Pedro Sánchez
Atrás de Warren
Warren Sánchez, por tanto, ha dejado y dejará a muchos atrás. De momento, sin embargo, y por desgracia, el que no se queda atrás es él.
Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, habrá de echar mano de todas ellas para neutralizar el uso que las trabajadoras podrán hacer de su frase más célebre, que cumple ahora un año: «No vamos a dejar a nadie atrás». Lo cierto es que ha dejado atrás a millones, y que, como le previne en abril, lo persiguen tres jinetes del Apocalipsis: los muertos, los parados y los contribuyentes.
Cierto es que los errores y horrores en la gestión de la lucha contra el coronavirus no son monopolio de nadie, porque han proliferado en casi todo el planeta. Pero no parece que nuestro Gobierno se haya destacado por su eficacia sino más bien por lo contrario, porque fluctuó de la irresponsable negligencia inicial, letal en el caso de las residencias de ancianos, a la frenética fe del converso, que fue el paso siguiente y que probablemente haya causado mucho más daño económico que el que habríamos padecido en otras circunstancias.
Así como, en el ámbito de la salud, Warren y sus secuaces enfatizan que hicieron todo lo que era posible, y que no lo hicieron mal, algo muy discutible, reproducen el argumentario en el ámbito de la economía. El problema estriba en que aquí el ardid es más complicado, por tres motivos. Primero, porque el paro ya se ve. Segundo, porque el paro oculto en los ERTE puede salir a la luz si la previsible recuperación en 2021 se retrasa o no es tan dinámica como se espera. Y tercero, porque las contrarreformas laborales dificultarán la creación de empleo y promoverán aún más el paro. La única ventaja de Warren es el silencio de los sindicatos, convenientemente comprados con la protección legal del matonismo piquetero, y con subvenciones contantes y sonantes.
Hablando de dinero, el tercer jinete son los contribuyentes, castigados en masa, lo que requerirá ingentes esfuerzos propagandísticos por parte de la izquierda, disolviendo el impacto tributario con mentiras sobre los ricos y la desigualdad, y exagerando las «ayudas» nacionales y europeas, como si no fueran pagadas en última instancia por el pueblo llano. Las imaginativas campañas ratificarán la vieja teoría del gran Amilcare Puviani sobre las ilusiones promovidas por los poderosos.
Warren Sánchez, por tanto, ha dejado y dejará a muchos atrás. De momento, sin embargo, y por desgracia, el que no se queda atrás es él.
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