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Isabel Díaz Ayuso

Las barbas del vecino

¡Qué rápida estuvo la admirada Ayuso! Ha sido como una ardilla, de las que cruzan por delante de mi ventana cada mañana, cuando abro las cortinas. Ella apuesta por defender la libertad de nosotros los madrileños, los que vivimos en una región envidiada por el bienestar que nos proporciona el gobierno que una amplia mayoría ha elegido. Arrimadas es una cursi que se baja las pantaletas ante el presidente de un gobierno que ha pactado con el independentismo contra el que ella luchó. Pero no debe preocuparnos porque está llamada a desaparecer. ¡Vaya ridículo en Murcia, con tres o cuatro de su partido que se descuelgan de la moción! Roma no paga traidores y la ardilla Ayuso -que ha visto las barbas del vecino murciano pelar y ha puesto las suyas a remojar-, le pegará el corte de mangas más sonoro de la historia cuando con una amplia mayoría no necesite de pactos con ningún pringao mendicante de protagonismo.

Por su parte Ábalos sigue sin dar explicaciones de los pagos en efectivo de su asistente en su finde por Canarias mientras su partido rechaza la investigación a los de Galapagar por la niñera que cuida a sus churumbeles a costa del erario público. ¡Qué cómoda y qué barata es la vida del actual gobierno! Servicio gratis, coche gratis, Falcon disponible para cualquier traslado, casas de veraneo por aquí y por allá… Creo que ya sé a qué me voy a dedicar en mi próxima encarnación. Tampoco es mal negocio liarse con alguien de la realeza. Véase a la tal Meghan, que de actricita eventual en una serie de televisión ascendió irresistiblemente a las páginas de la prensa internacional por su matrimonio con Harry Windsor, ese muchacho atolondrado que lució cruces gamadas cuando era militar y corría juergas de amigotes, mucho alcohol y otras vainas. La madre también fue beneficiaria del asunto Real, pues desde su posición de babysitter trepó a princesa de Gales y con su mirada de buey permanente, que imita a la perfección la actriz que representa su papel en The Crown, llegó a hacer temblar los cimientos de la monarquía británica. De aquellos polvos vinieron estos lodos y si bien aquel estropicio de matrimonio está más o menos superado y con final feliz (Carlos y Camila juntos), estos dos botarates –Harry y Meghan-, están reviviendo los sapos que la pobre Isabel II tiene que seguir tragando por su descendencia. ¡Que Dios le conserve las aguantaderas! Y como hay gente para todo no perdamos de vista que tienen partidarios. Véase la primera dama estadounidense, Jill Biden, luciendo un vestido que hace no mucho también llevó la Duquesa de Sussex con estampado de limones. Hay que decir que a ambas les sienta como un tiro por muy de Oscar de la Renta que sea. Ni la una ni la otra se convertirán en influencers, eso es seguro, porque el buen gusto no es característica de sus respectivas estilistas, según se viene demostrando. En un discurso con el mencionado atuendo, la señora Biden aludió claramente a la Markle diciendo que “algunas mujeres están comenzando un camino que les ha sido impuesto mientras luchan por sus propias vidas y por las de sus hijos. Quieren arreglar los errores del pasado para dar forma a un futuro más brillante y prometedor para todos”. Que se sepa a la duquesa nadie le impuso casarse con el pelirrojo.

CODA. La vida es dura, muy dura. Que se lo digan a la Princesa Leonor, por quien voy sintiendo cada vez más simpatía. Creo que va a tener suficiente guáramo –va por ti querida Carmen-, para deshacerse de imposiciones maternas, que todo el mundo intuye que las hay, y para mostrar su propio carisma. Solo le pediría que, por favor, no se retoque la nariz borbónica que empieza a manifestarse en su dulce cara.

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