Opinión

El cuaderno de Chapu Apaolaza: Gabilondos y Kamalas

Seguro que Jaloull es una candidata estupenda y una mujer de mucha valía a la que le gustará seguro ser reconocida por otros méritos que los de su origen

Desde que apareció Kamala, siempre hay alguien que es Kamala. Ahora, Kamala es Hana Jalloul, la secretaria de Estado de Migraciones de origen hispanolibanés que ha fichado Gabilondo de número dos. Todo el mundo puede ser Kamala si investiga lo suficiente en su pasado porque todos llevamos dentro una brizna tropical sobre la que construir un personaje. Los Gabilondo vienen de Ormaiztegui, que es Beirut con sidrerías, y Jalloul es hija de una zaragozana descendiente de la tribu de los sedetanos de Aragón y de un ginecólogo libanés. Seguro que Jaloull es una candidata estupenda y una mujer de mucha valía a la que le gustará seguro ser reconocida por otros méritos que los de su origen, por muy orgullosa que pueda estar de ellos, que seguro que lo está, y ese orgullo le honra. Lo que no entiendo es que sea mejor por tener raíces en un país lejano. El blanqueo de raza, que es lo contrario que lo que uno se puede imaginar, supone señalar orígenes poco comunes en alguien y predisponer hacia él la empatía hacia alguien que ha estado en situación desfavorable por ser distinto en una sociedad jerárquica y predominantemente blanca.

Esto lo inventaron los demócratas y ahora lo utilizan en Moncloa. Pero a ver si Jalloul es Kamala, Gabilondo va parecer Joe Biden, tan mayor y tranquilo frente al trumpismo histérico que a principio de mes en un discurso que estaba dando en Texas perdió el hilo y regresó preguntándose: “¿Qué estoy haciendo aquí?” Yo también me pregunto qué estoy haciendo aquí y por qué se supone que puede comprender el mundo y sus mecanismos alguien de por allí mucho mejor que uno de acá. Alguien con origen en tierras en las que, si uno se detiene a pensar, pesa el racismo igual o más que en Madrid. ¡En Madrid, digo, donde para conseguir la nacionalidad madrileña basta comprarse un bono de diez viajes para el metro y donde han encontrado acomodo el caraqueño, el marroquí, el colombiano, el cubano, el ruso y el de Soria. Que se tenga que certificar una campaña a favor de la diversidad poniendo a un hispanolibanés y no a uno de los catetos de aquí, madrileños de Lavapiés, hijos de un notario de Alcalá de Henares, nietos de una camarera de Chamberí, descendientes de un cartero de Moncloa y chamanes de la tribu del siete de Las Ventas, gentes por lo general ultraliberales, supercontagiadoras, dumpineras fiscales, machistas, homófobas, racistas y borrachas de terraza. O es que no veis que son madrileños.

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