Política

La debacle económica

Podemos ser felices en la debacle mientras estamos dopados en una burbuja de deuda, déficit y paro

Los datos económicos son catastróficos, es cierto que podrían ser peores, me cuesta imaginarlo, pero hay una tranquilidad colectiva que produce estupor. Los datos de cierre de 2020 sitúan el déficit público en un 10,97 % del PIB, lo que representa 123.000 millones, pero el gobierno está contento porque ha mejorado su previsión, así como la del FMI (11,7 %) o la Comisión Europea (12,2 %). Hay que descorchar una botella de cava (que sea de una empresa no independentista) para celebrar que hemos mejorado frente a las peores previsiones.

La economía está dopada gracias a la liquidez del BCE, que impide que tengamos una crisis de deuda soberana, la línea de financiación del ICO que ha endeudado de forma brutal a unas empresas que están siendo golpeadas o destruidas por los efectos de la pandemia y los ERTE y los autónomos con cese de actividad. Por su parte, los datos del INE muestran una brutal caída del PIB a lo que se añade lo que hubiéramos crecido en circunstancias normales. En cualquier caso, España es un 11 por ciento más pobre.

No olvidemos el componente de la deuda pública, pero sería bueno que tuviéramos en cuenta todo el endeudamiento que asumimos los españoles que tiene que incluir la empresarial y familiar. En lo que hace referencia a la pública se situó en 2020 en 1.311.298 millones de euros que representa el 117,08 del PIB. Un aspecto que siempre me ha resultado fascinante en la teoría económica es la “ingeniería” presupuestaria, dicho de forma simple, aunque es, en realidad, una forma de elusión de la realidad.

Los juegos contables permiten esos malabarismos sorprendentes que sirven para engañar a los sufridos contribuyentes. Por supuesto, es todo legal y ha permitido desde hace siglos las malas prácticas, como sucedía con el falseamiento de la moneda en la Edad Media, por no remontarme más atrás, y sirve para esconder los errores, la ineficacia o los problemas lanzándolos adelante en el tiempo.

Los economistas eran historiadores, filósofos y juristas, o todo a la vez, que se especializaban en ello, pero tuvieron la necesidad de ser solo economistas y lograron complicar aún más la economía con estos malabarismos para que se consolidaran, con bonitos nombres y teorías, las malas prácticas presupuestarias. Por supuesto con la aquiescencia de las autoridades que se benefician de ellas. Ahora podemos ser felices en la debacle mientras estamos dopados en una burbuja de deuda, déficit y paro.