Opinión

Madrid, contrapeso de Sánchez

Se ha instalado en España un peligroso caudillismo populista

El sistema de equilibrio de poderes de Estados Unidos ha servido de inspiración para el constitucionalismo mundial. Es un país que nació siendo una democracia, tras una brutal guerra civil conocida como Guerra de la Independencia o Revolución Americana, y nunca ha dejado de serlo. El levantamiento de las trece colonias contra un poder opresor e injusto marca realmente, junto con la Revolución Industrial, el comienzo de la Edad Contemporánea, que es un concepto histórico que ha quedado muy viejo.

No son fenómenos de la Edad Moderna y es lógico considerarlos como el inicio de ese período más que la Revolución Francesa. El sistema de contrapesos («checks and balances») se ha ido perfeccionando hasta nuestros días. A diferencia de lo que sucede en España, existe una auténtica separación de poderes que aquí se ha ido pervirtiendo gracias al enorme poder de los partidos y sus líderes. La inexistente independencia de los diputados y senadores, constitucionalmente recogida, es un insulto a la inteligencia y el bochornoso asalto a la Justicia, con el preámbulo de la chapuza de nombrar a una diputada y ministra socialista como Fiscal General del Estado, es un auténtico escándalo.

La alternativa en español al término estadounidense sería controles y equilibrios. La arbitraria España de la Nueva Normalidad y el eterno estado de alarma, con los arietes para derribar puertas y los ceses de funcionarios por motivos partidistas, se ha instalado en un peligroso caudillismo populista gracias al sistema de primarias y la propaganda como instrumento fundamental de acción política.

Por ello, la «batalla de Madrid» es muy importante, porque una victoria de la coalición implícita de socialistas, comunistas y populistas acabaría con un contrapeso clave al intervencionismo monclovita. Los padres fundadores de Estados Unidos, que eran brillantes juristas, filósofos e historiadores, entendieron que un poder absoluto, aunque tuviera una base democrática, conduciría a un despotismo igualmente absoluto y sin contrapesos. Fue necesaria una guerra civil brutal para consolidar el sistema federal y las victorias sucesivas de Roosevelt, uno de sus grandes presidentes, para entender la necesidad de la limitación de mandatos.

No sería bueno para Madrid, pero tampoco para España, que Sánchez consiga colocar una marioneta que actúe al dictado de los intereses de La Moncloa. La mala gestión de la pandemia, el desastre del gobierno de coalición y la incapacidad de afrontar la crisis económica demuestran que Ayuso y Madrid tienen que seguir siendo un contrapeso de Sánchez, Iglesias y los independentistas.