Vida cotidiana
Escasez de ketchup: el final de la civilización
Es el fin del mundo que conocemos. ¿Te lo imaginas sin ketchup? Si la respuesta es sí, mi hijo cena en tu casa todas las noches
Ceo que casi todas las parejas, cuando piensan en tener hijos y proyectan la vida que llevarán con ellos, dicen, con orgullo, la misma frase: «Lo que no vamos a hacer es ponerle delante de las pantallas», porque es un lugar común que la televisión y las pantallas atontan. Luego, años después, cuando ya han tenido el hijo y ha crecido un poquito y vas a cenar con ellos, te enseñan el coche que se han comprado con pantalla en los asientos de atrás para el niño cuando hacen largos viajes (y largo se refiere a los llantos del chaval, no a los kilómetros por recorrer) y pasas la cena viendo como el pequeñajo va cambiando de programas en el Ipad con una habilidad que sólo es posible tras muchas horas de práctica. «Va para informático», dicen sus padres, orgullosos ahora de lo bien que se maneja el crío ante las pantallas.
Los principios están ahí para romperlos y olvidarlos convenientemente. Uno intenta seguir los consejos de los expertos y se compra libros a mansalva, que lee, aplica un mes y olvida en cuanto el niño ha llenado de arena su cuarto (porque ni el principio de Arquímedes: «Todo cuerpo sumergido total o parcialmente en un fluido...» sería capaz de explicar cómo puede entrar tanta arena del parque en un pie tan pequeño), lo deja, además, todo por los suelos, tira el agua de la cena (Arquímedes, macho, lo que puede salpicar un pequeño agua, tampoco lo acertaste) y encima se niega a tomar la cena nutritiva y verde que con tanto cariño le has preparado (o bueno, vale, descongelado).
Da igual, no se la toma. Y eso que ya has encendido la televisión para que se atonte un poco, por favor.
La última opción es echar ketchup: al brócoli, a la tortilla francesa, por supuesto a cualquier tipo de pescado, al cocido, al huevo duro, ¡al tomate! y, en fin, a todo lo que se ponga delante y no le guste. No echamos ketchup a las patatas, porque ahí, en realidad, lo que hacemos es echar patatas al ketchup.
The Wall Street Journal contaba esta semana que el ketchup se ha encarecido un 13% en el último año. Por lo visto es consecuencia del coronavirus: como ha aumentado la venta de comida a domicilio y como los restaurantes y locales de comida rápida están obligados a servir ketchup no en botes sino en paquetes individuales, eso ha provocado que falten sobres de plástico para repartirlo y empiece la escasez. Por eso Kraft Heinz anunció que va aumentar un 25% su producción para conseguir 12.000 millones de sobres.
Eso es casi más urgente que aumentar las vacunas. Es el fin del mundo que conocemos. ¿Te lo imaginas sin ketchup? Si la respuesta es sí, mi hijo cena en tu casa todas las noches.
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