Cultura
III+VII=?
En la otrora culta Francia se eliminan los números romanos de los museos porque «no se entienden» y hasta el subjuntivo en las escuelas languidece.
Vale lo mismo una catedral que una chabola, en arte todo es relativo», dicen quienes no saben, pues el igualitarismo impera, lo mismo vale un sabio que un necio...
Trágico recuerdo vuelve de nuevo a mi intelecto: «Tengo que terminar la investigación sobre el Medioevo europeo, porque el imperialismo occidental no aprecia el Brasil medieval», dijo tranquilo el jovencillo en aquel comedor de la Universidad de Oxford, hasta que le respondí: «Yo soy imperialista. También hay bondad en algunos imperios». Enmudeció como si contemplase una aparición satánica. No había leído libros como el de Elvira Roca, «Imperiofobia y leyenda negra»; solo textos de una cultura occidental suicida, hipercrítica, destacando la propia maldad, olvidando lo demás. Fui cortés, seguimos comiendo tranquilos, apenas le insinué que el s. XIII de Brasil con sus tribus aborígenes en taparrabos casi era prehistórico frente a un Burgos esplendoroso, que levantaba arquitecturas magnificentes, pintura, música...; allá, si algo existió, apenas residuo dejó. Le comenté cómo los españoles eran menos crueles que los aztecas y fueron también benéficos para los americanos, cómo Humboldt visitó la hispánica ciudad de México, considerándola más próspera que las urbes germanas. Hay verdades censurables; los beatos de la nueva «religión buenista» quieren ignorarlas.
Versión blanda y bobalicona de la izquierda, marxismo sin Marx ni barbas, feminismo transgenerado, es la corriente de «lo políticamente correcto» made in USA que llega a una de las más importantes universidades del mundo, Oxford. Gran susto. Que en su Facultad de Música haya quien quiera evitar «la supremacía blanca», sonora, retirando parte de las partituras «colonialistas» (la música de Mozart o Beethoven es de la época esclavista) demuestra una tendencia funesta que brota por las venas de nuestro Gobierno, subrayando de la historia lo que más daña a España. Nadie es culpable hoy de que en los pasados siglos hubiera regiones del planeta casi salvajes y sin notación musical. Si algún estudiante tiene que aprender el sistema de escritura musical y lo concibe como «una bofetada en la cara» es problema suyo y del envenenamiento intelectual que estamos sufriendo. Bien está que se estudien músicas africanas, pero ¿hay que cederles el puesto de las grandes catedrales sonoras de Machaut? Los estudiantes negros sufren angustia al estudiar la música europea «blanca», argumentan. Entonces ¿para qué van a Oxford? Han de ser más inclusivos, dicen algunos pseudoprogresistas.
Hay un empeño en ir contra toda jerarquía intelectual o de valores estéticos, como si hubiera igualdad entre la Novena Sinfonía del genio de Bonn, el tamtam y una canción de borrachera...
Basta ver cómo ha degenerado el sistema cultural en Europa, no solo entre la élite docente de Oxford, sino en casi todos los países. Reformas educativas torpes al pretender dar oportunidades a todos han rebajado gravemente el nivel de conocimientos y capacidades. ¿Discernir qué es lo mejor o lo bueno? El patético declive en la excelencia de nuestras instituciones conduce a lo peor.
En España, Radio Clásica, hace tiempo decaída y vulgarizada, desperdicia el tiempo al mostrar lo que oyentes ignaros opinan unidos a algunos locutores infantilizados que apenas saben de lo que hablan. ¿No sería mejor escuchar a quien de verdad sabe? Si uno quiere ir a ver en el teatro a Calderón o Lope, apenas podrá hacerlo: incluso en los teatros nacionales suelen ser amputados los textos de nuestros universales genios por mediocres que con su versión nos camelan, pagándola con nuestros impuestos. Políticos de pocas luces cambian en las calles nombres considerados cercanos a la dictadura, aun siendo de épocas diferentes; para saber hay que leer o informarse.
En la otrora culta Francia se eliminan los números romanos de los museos porque «no se entienden» y hasta el subjuntivo en las escuelas languidece. ¿Y añadir numeración arábiga para los incultos? «No, abajo la cultura heredada, fuera el elitismo cultural, adiós a los siglos». A cambio, crece la censura del fundamentalismo relativista y necio que crece con nuevos inquisidores: el poeta surrealista Louis Aragon, comunista que luchó contra los nazis, es borrado de un colegio para ser sustituido por una mujer astronauta. Woody Allen cayó antes en las mazmorras de la cultura por unas acusaciones sobre su vida privada. Los revisionistas, en vez de enseñar la historia en su conjunto, para comprender cada época, con sus claridades y oscuridades, prohíben a los niños pequeños que vean Dumbo o Peter Pan por racismo o utilizar estereotipos de indios americanos. ¡Disney reprimida! También denigran al ratón Speedy González porque muestra algunos mexicanos borrachos y perezosos. Todo va siendo prohibido, pero desde nuevos dogmas igualitarios, «anticoloniales», feministas, antiracistas... ¿Motivos bienintencionados? Sí, pero demasiado mentecatos, pacatos. ¿No sería mejor subir el nivel cultural? Derrumban estatuas, borran los rastros de lo que nos constituyó y, sin comprender cada época ni comprendernos, excomulgan y condenan. Cada vez hay más alarma: la cretinocracia avanza.
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