Unión Europea
Europa, en el diván
La UE se da un año para debatir con la ciudadanía el futuro del proyecto comunitario tras los avatares de la pandemia y del Brexit
El francés Michel Barnier ha publicado esta semana su diario de los casi cuatro años de tortuosas negociaciones del Brexit. En las 500 páginas de «La Gran Ilusión», lamenta que el primer divorcio europeo haya sido fruto de las «disputas, los golpes bajos, las múltiples traiciones y las ambiciones frustradas de un cierto número de diputados conservadores». La intriga política ha permanecido como el hilo conductor del Brexit. El ex primer ministro, David Cameron, pasará a los libros de historia por haber convocado un referéndum de salida de la UE, no como respuesta a un clamor popular, sino para calmar las ansias de un sector de su partido.
Barnier confiesa que después de haberse sumergido en la negociación con Reino Unido despojado de perjuicios y abrazando exclusivamente los datos, sigue sin encontrar el sentido del Brexit.
La batalla de la identidad
Desmonta el «Global Britain», el proyecto de un Reino Unido global fuera la UE, con verdades como puños. Los «brexiters» vendieron a la opinión pública un choque de identidades entre la británica y la europea. El Estado nación estaba encerrado en el proyecto transnacional europeo. Por esa razón, había que recuperar el control de la soberanía nacional: «Take back control» fue el eslogan de la campaña del «Leave». Pero Barnier contraataca. «Me pregunto qué ha impedido, hasta ahora, que Reino Unido se convierta en una Gran Bretaña Global, a parte de su propia falta de competitividad», escribe en su diario. «Alemania se ha convertido en una ‘Alemania Global’ sin abandonar su compromiso firme con la Unión Europea y la Eurozona», concluye.
Barnier pide a la UE permanecer en alerta porque «las provocaciones» británicas sobre el protocolo de Irlanda van a continuar, y no solo en Irlanda, lo hemos visto esta semana en el Canal de la Mancha. Avisa de que los británicos intentarán reingresar en el mercado único europeo por la puerta de atrás.
Barnier admite que el Brexit deja también lecciones en el seno de la UE. «Hay razones para escuchar el sentimiento popular que se expresó entonces y continúa expresándose en muchas partes de Europa, para responder a él. Eso va a requerir tiempo, respeto y coraje político».
Con ese espíritu de acercar la Unión Europea a la ciudadanía, se inicia hoy la Conferencia sobre el Futuro de Europa. La fecha de la inauguración no es casual. Este domingo 9 de mayo se celebra el Día de Europa. En medio de la policrisis –pandemia, recesión y postBrexit–, el gran debate europeo se observa como una oportunidad de oro para implicar a la ciudadanía en la construcción de una Unión más cercana a sus preocupaciones.
Los pesimistas arguyen los retrasos en su puesta en marcha –en un primer momento se planteó que la conferencia durase dos años– y a las discusiones sobre la presidencia –se planteó que estuviera dirigida por el ex primer ministro belga Guy Verhofstadt, pero se desestimó por ser demasiado federalista– para rebajar las expectativas del debate.
Los optimistas celebran la posibilidad de abrir un diálogo sobre las políticas y los procesos democráticos y las instituciones dentro de la Unión. La fortaleza de los Veintisiete es superior a sus debilidades. El Brexit ha sido una auténtica prueba de estrés para los Estados miembros que se ha logrado superar, a pesar de las enormes dificultades. Ahora toca mirar hacia adelante.
Como plantea Josep María Lloveras, socio del CIDOB y ex funcionario de la Unión Europea, «más que el futuro de Europa se tratará del futuro que queremos para ella». El éxito, en su opinión, se medirá por la capacidad de atraer una alta participación ciudadana; la consecución de algún cambio tangible y de calado en el funcionamiento de la UE y en la herencia de cauces permanentes y eficaces de consulta popular.
La idea de la Conferencia de Europa la lanzó el presidente francés, Emmanuel Macron, en una tribuna en 2019 y la canciller Angela Merkel recogió el guante. Macron ya había apuntado la necesidad de nuevos diálogos europeos durante su discurso de La Sorbona en 2017. Para el presidente francés, Europa debe ser percibida como una «Europa que protege».
El mecanismo de solidaridad de los fondos de recuperación ha servido para disipar las tentaciones euroescépticas de determinados partidos políticos. En Francia, Marine Le Pen ha abandonado su discurso anti europeo. También Matteo Salvini en Italia. A pesar de los avatares con la distribución de las vacunas, que podría haberse engrasado mejor, ha calado entre los ciudadanos que la salida a la crisis sanitaria y económica va a ser europea.
Más integración
Respecto a los procesos democráticos y las cuestiones institucionales, es de suponer que se abordará el «spitzenkandidaten» o la creación de listas transnacionales. El sistema de cabezas de lista de los partidos políticos europeos por el que se elige al presidente de la Comisión enfrenta a París y Berlín. En las últimas elecciones, Macron consiguió frenar la candidatura del alemán Manfred Weber y negoció la designación de la también alemana y miembro del PPE Ursula Von der Leyen, que finalmente fue elegida por una débil mayoría.
El Tratado de Lisboa apunta a que los resultados de las elecciones europeas solo deben «tenerse en cuenta» cuando los jefes de Estado y de Gobierno nominen al candidato a la Presidencia de la CE, pero no es vinculante. No se descarta que la conferencia pueda dar lugar a un cambio en los tratados si se llega a un consenso. Avanzaríamos en la Unión si este debate sirve para reforzar la dirección comunitaria de la UE y regresar a las esencias tras el trauma del primer divorcio europeo.
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