Opinión

La «lenguaja» inclusiva

Es la dialéctica marxista en estado puro

El denominado lenguaje «inclusivo» es un intento de sometimiento de la lengua a la ideología de género. Además, esta es la única ideología que en democracia no puede ser rechazada, lo cual resulta inconcebible. Quien lo hace asume el riesgo cierto de ser sometido incluso a reproche penal por la fiscalía creada ad hoc para este fin.

Para ese feminismo, el objetivo de liberar a la mujer de la opresión del «heteropatriarcado» es un dogma laico que legitima eliminar cualquier obstáculo para su consecución. Ahora sus ideólogos pretenden ir más allá, imponiéndonos un neolenguaje a su capricho, que exige plantarse ante el intento. Conscientes de la importancia del lenguaje y bajo la premisa de que las lenguas han sido creadas bajo un código de valores impuestos por una sociedad hereropatriarcal, exigen su adaptación igualitaria. De ahí vienen esas estupideces del «todos, todas y todes» o del «niños, niñas y niñes».

La cuestión no es baladí y ya ha dado lugar a que, pese a los pronunciamientos de la RAE, se pretenda imponer por la fuerza de los hechos consumados… y de las amenazas. De momento, en Francia el Gobierno ya ha prohibido el uso de ese lenguaje en el ámbito educativo «por dificultar el aprendizaje».

Habrá que imitar la iniciativa en España si no queremos convertir la lengua en un instrumento inservible para la comunicación interpersonal y que aplica el gramscismo cultural al servicio de la construcción de un orden social antinatural. Es la dialéctica marxista en estado puro.