Comunidad de Madrid
¿Hay cambio de ciclo?
Pablo Casado y su entorno tendrán casi dos años si no hay sorpresas para dar forma real a las encuestas de estos días
De la misma manera que no puede afirmarse con total rotundidad –teniendo en cuenta nuestras peculiaridades territoriales–, que la situación política en Madrid derivada del «4-M» sea extrapolable casilla a casilla al resto del contexto nacional, también sería un auténtico ejercicio de miopía política pensar que el terremoto originado por el aldabonazo madrileño no acarrea réplicas nada menores en el resto de España, bajo la peregrina teoría de que la comunidad madrileña es poco menos que una especie de aldea de Astérix o un creciente santuario de las derechas que en nada se corresponde ni con el sentir de los ciudadanos en otras autonomías, ni por lo tanto con el panorama electoral en la generalidad del país.
Las encuestas de intención de voto nacional publicadas tras el «ayusazo», incluida en estas páginas la de NC Report, además de no contemplar en absoluto el fenómeno madrileño como un episodio aislado, lo muestran como pistoletazo de salida a un solo probable cambio de ciclo político teniendo en cuenta que, por primera vez en casi cinco años el PP se sitúa por delante del PSOE y lo que es más importante, la suma de las derechas hacia la mayoría absoluta –amortizado el tránsito de Ciudadanos hacia la desaparición– ya no es una quimera. Con estos elementos sobre el tablero a los que se añade una cierta situación de shock en la dirección socialista e incluso de melancolía en su parroquia, con incertidumbres que no está tan claro vayan a ser despejadas por la vacunación o los fondos europeos, la pregunta en este momento del partido es si la política española ya enfila ese aludido cambio de ciclo a lomos de una ola originada en Madrid.
La respuesta a este interrogante tal vez no esté tan lejos de Pablo Casado y su entorno, que tendrán casi dos años si no hay sorpresas para dar forma real a las encuestas de estos días. Tan solo del PP depende que en una situación como la actual, con un Gobierno no precisamente uniforme braceando en varios frentes, esa ola no acabe diluyéndose a kilómetros de la costa. La experiencia madrileña tiene su parte de lección, ni es necesario autoafirmarse despreciando a la derecha contigua que llegó para quedarse, ni ha de perderse de vista el ojo político de la Puerta del Sol defendiendo por ejemplo y sin complejos a quienes se tomaban la caña, pero sobre todo a quienes la servían.
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