Opinión
1975-2021
La entrada masiva y descontrolada de varios miles de ciudadanos marroquíes, incluidas familias, mujeres y niños en la ciudad autónoma de Ceuta ha tenido ciertas reminiscencias a la Marcha Verde que hace casi 46 años tuvo lugar en el Sáhara. Entonces, el joven rey Hassan II impulso la invasión pacífica de la antigua colonia española con miles de personas, incluidos militares marroquíes. Hassan II había sufrido dos graves intentos de golpes de Estado y necesitaba recuperar liderazgo y legitimidad ante su propio pueblo, con una reivindicación territorial histórica para su país. Lo que pasó a partir de entonces es de sobra conocido, los errores cometidos y la inacción de la ONU, han llevado a que casi medio siglo después el conflicto siga empantanado y sin visos claros de solución.
Desde el punto de vista político la Marcha Verde fue un éxito estratégico para Hassan II. Se precipitó la salida de España del Sáhara y se impidió el referéndum que ya entonces había empezado a prepararse. La exitosa acción fue pacífica pero perfectamente coordinada y dirigida por las autoridades marroquíes. Marruecos aprovechó la oportunidad de dirigirse contra España, en un momento en que el dictador agonizaba en el hospital. El gobierno de Arias Navarro, internacionalmente desprestigiado, estaba noqueado por los últimos estertores de un régimen que sabía llegado su fin, y que daría paso un proceso de transición a la democracia pacífico y ejemplar.
Ni el gobierno de España es comparable al de 1975, ni la actual monarquía marroquí debería utilizar estrategias impropias de un país moderno y desarrollado. España es una democracia europea y un país con prestigio internacional desde el punto de vista económico y geopolítico. Agredir las fronteras españolas es también vulnerar las fronteras de la UE, un actor internacional que representa el más exitoso proceso de integración política y económica contemporáneo. Además, utilizar métodos que desprestigian a nivel internacional a quien los usa, porque suponen un desprecio de la vida y la dignidad de los seres humanos, es una pésima forma de defender los propios intereses y aspiraciones. Ni España ni Marruecos son los que eran en 1975, pero tampoco lo es un mundo que entonces estaba saliendo de la guerra fría. En 2021, entre dos países vecinos, condenados a cooperar y entenderse, utilizar determinados métodos de presión es desconocer cómo y cuánto ha cambiado el mundo.
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