Pedro Sánchez
Desesperación monclovita
Todo indica, además, que Ayuso no piensa arrugarse en la batalla contra Warren para rechazar su tramposa “armonización fiscal”
Cuando escuché a la ministra Teresa Ribera hablar en el Congreso de la “sensibilidad” del Gobierno ante el precio de la luz pensé: en Moncloa deben estar desesperados.
Warren Sánchez, el hombre que tiene todas las respuestas, había trazado su estrategia con todo cuidado. El fundamento era un clásico, a saber, el Gobierno no tiene ninguna culpa de lo malo, pero sí el mérito de lo bueno. La pandemia no fue su culpa, pero Warren nos ayudó a sobrellevarla. La recuperación será más dinámica, resiliente e inclusiva gracias a Warren, que consiguió la “ayuda” europea. Dentro de dos años, Warren podrá cabalgar un nuevo éxito electoral, suponiendo que la gente olvidará su servidumbre ante los independentistas con los vientos económicos soplando a favor.
En cuanto a la oposición, Ciudadanos estará K.O., Vox (y Podemos) seguirá con su techo, y el PP con su desconcierto y sus complejos; igual seguirán coleando sus casos de corrupción.
Era de esperar que aumentara la indignación ante la mentira progresista de que “nunca le subiremos los impuestos a la clase media”, pero eso podría neutralizarse con el truco de la luz “social” y con la propia expansión de la economía; además, siempre podrán recurrir Warren y sus secuaces a la memoria de los sablazos fiscales perpetrados en su día por el trío calavera, Rajoy-Montoro-Guindos, siempre por nuestro bien, naturalmente, y para proteger el Estado de Bienestar. ¿Qué podía salir mal para el Gobierno progresista?
Pues igual sale mal, señora, como le salieron mal a la izquierda sus planes en Madrid. El desastre en las elecciones autonómicas permitió ponderar la amenaza de una derecha, por fin, desacomplejada como Isabel Díaz Ayuso. La victoriosa candidata del PP denunció que tanto en la sanidad como en la economía Warren hizo las cosas mal, dañando innecesariamente a las trabajadoras. Todo indica, además, que Ayuso no piensa arrugarse en la batalla contra Warren para rechazar su tramposa “armonización fiscal”, que es una subida de impuestos en toda regla.
Si la irritación ciudadana se extiende, si cada vez más personas comprenden que los impuestos a los capitalistas los terminan pagando las trabajadoras, y si comprenden que los cánticos ecologistas del Gobierno se traducen en subidas en la factura de la luz para millones de mujeres, las expectativas electorales de Warren pueden ensombrecerse.
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