Alberto Garzón

Elogio del chuletón

Ni siquiera el presidente del Gobierno, a estas alturas, disimula lo que piensa de la última «garzonada».

Irrumpe la variante delta a toda velocidad, la incidencia de contagios de coronavirus nos sitúa de nuevo en el riesgo extremo. De la noche a la mañana, somos el país de la Unión Europea con la peor situación epidémica. Protagonizamos las portadas extranjeras, reinamos de nuevo en las listas rojas de Francia y Alemania, volvemos a la casilla de salida.

Sanidad le resta importancia a esta quinta ola, amparándose en la baja ocupación de enfermos de COVID en los hospitales y en la buena marcha de la campaña de vacunación. De nuevo se lava las manos la ministra Darias, deja el problema en manos de las Autonomías. Quinta desescalada, quinta sucesión de errores recurrentes. ¿Por qué no se alargó más el estado de alarma? ¿Por qué nos quitaron la mascarilla tan pronto en la calle? Es tarde para lamentarnos. El daño de la reputación turística se ha consumado, y ahora nos toca cruzar los dedos y confiar en la responsabilidad colectiva y en que el virus no arruine del todo la temporada alta.

En este contexto crítico para nuestros intereses económicos, se produce la última ocurrencia del ministro de Consumo, apuntando con su dedo al sector primario. Seis minutos de vídeo en los que Alberto Garzón, en modo «influencer», nos anima a comer menos carne porque nos perjudica, y porque las flatulencias de las vacas y las heces de los cerdos contaminan el planeta. El susodicho no había consultado previamente su plan ecologista con otras carteras involucradas, como Agricultura o Sanidad. Tampoco se había reunido con los sectores ganadero y cárnico. Afortunadamente para todos ellos, Garzón no es creíble. La reflexión de las flatulencias viene… de quien viene, de un político inconsciente del daño que pueden hacer sus palabras. Del mismo que renegó del turismo, del aceite de oliva, del jamón. Del que representa la cuota de poder que impuso Pablo Iglesias a Pedro Sánchez. Ni siquiera el presidente del Gobierno, a estas alturas, disimula lo que piensa de la última «garzonada». El elogio del chuletón al punto sugiere que, en poco tiempo, con un poquito de suerte, su cartera desaparecerá.