Jorge Vilches

Sánchez hasta el final

Las elecciones serán el 7 de enero de 2024. Pedro Sánchez apurará hasta el final, interpretando que la legislatura se inició cuando se formó gobierno, en enero de 2020, no cuando se constituyeron las Cortes. Ir a 2024 está en la lógica sanchista porque necesita revertir los malos augurios de las encuestas electorales. Para esto necesita tiempo. Si hoy se celebraran los comicios generales tendría que hacer las maletas.

Además, el panorama que se le presenta no es pacífico. En diciembre de 2022 habrá elecciones en Andalucía y en mayo de 2023, en doce autonomías y en sus municipios. Es más; todo apunta a que, de seguir así las cosas, el PP ganaría en Madrid, Murcia, Castilla y León, Valencia, Baleares y algunas más. Eso significaría que, a ocho meses de enero de 2024, España tendría un «mapa azul». Esto es muy relevante, porque en la serie histórica de elecciones, los cambios se anuncian en las elecciones locales. Ha sido así desde el año 1979, cuando el PSOE y el PCE consiguieron dibujar un «mapa rojo» que anunció el tsunami de 1982.

El equipo de Sánchez tiene varias bazas para revertir esta situación. La primera es la de las nuevas caras en el Gobierno para convencer a los españoles de que se inicia otra etapa. Es una reedición del felipista «he entendido el mensaje». La única duda a este respecto es a quién utilizará como Carmen Calvo y José Luis Ábalos, a los que usó como parapeto para las críticas hasta que se quemaron tanto que eran inservibles.

La segunda baza es el dinero europeo, que servirá para tres cosas: reforzar el Estado de subvenciones y pagas, consolidar el lazo con los empresarios y calmar a los nacionalistas. De hecho, el sábado último anunció un plan de 10.000 millones de euros para «revitalizar los territorios». Será el reparto de los fondos de Next Generation de la Unión Europea, dentro del Plan de Recuperación. El criterio será relanzar autonomías que pasen por dificultades, por ejemplo, Cataluña.

El nuevo sanchismo espera desarmar a los nacionalistas con dinero y competencias, como el traspaso del Puerto, el Aeropuerto y la Zona Franca de Barcelona. Si esas inversiones tienen un sentido feminista y ecologista cortará en teoría el ascenso de Más País, que ya hizo mucho daño al PSOE en Madrid. Los de Errejón son «roji-verdes» y su caladero es el votante socialista. Si Sánchez ocupa ese espacio desde el poder, detendrá a Más País ahora que Podemos está casi finiquitado. El PSOE no quiere tres izquierdas frente a dos derechas.

Sánchez cuenta además con la presidencia del Consejo de Europa en el segundo semestre del próximo año 2023. Esto debería servir al presidente para limpiar su imagen después del fiasco de la reunión móvil con Biden, y del varapalo de la Unión Europea a su plan de control del CGPJ. Desde ese sitio podría reforzar su imagen feminista y ecologista, y criticar a Hungría y Polonia en defensa de los LGTBI para ganar votos. El cese de Carmen Calvo sirve también para suavizar su relación con esos colectivos.

El riesgo de agotar la legislatura hasta 2024 es el fortalecimiento del PP. Los de Casado van a construir un discurso sólido en torno a la libertad y el constitucionalismo, frente al nacionalismo y el totalitarismo. Al tiempo, el líder del PP hará su «shadow cabinet», su gabinete en la sombra, para mostrar la encarnación de la alternativa en nombres reconocidos. A esto sumará las presumibles victorias electorales citadas y un escenario de solo dos derechas. Liquidado Ciudadanos, que huele a UCD, solo queda Vox para volver a la casa común de la derecha.