Religion

Columnas españolas de la Contrarreforma

Desde que el mundo tomó la senda fijada por la entronización de la diosa razón en el altar mayor de la parisina Catedral de Notre Dame durante la Revolución Francesa, para la humanidad ensoberbecida en su autosuficiencia de gobierno, el Creador ha ido dejando de ser Dios, sin ninguna referencia a la ley divina. Tampoco ya a la ley natural, porque para estos nuevos diosecillos, ésta no es más que el resultado de una mera combinación del azar y el tiempo manejados por la ciencia, que es la que ocupa el puesto de honor en el actual panteón idolátrico.

Sin embargo, ha bastado un simple virus invisible a los ojos humanos para zarandear al planeta y hacerle aterrizar en la realidad de su absoluta fragilidad. Es una nueva oportunidad que la Providencia concede a la humanidad para reflexionar y volver por el camino de la conversión, al hogar de quien nos espera con los brazos abiertos, como el Padre que abrazó a su hijo pródigo.

Hoy es domingo, establecido como «el día del Señor» por quien lo es también de la vida y de la muerte. Ayer la Iglesia hizo memoria de un gran santo, Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús –los Jesuitas–, especialmente recordado con ocasión de su conversión que se inició hace ahora 500 años, precisamente tras caer herido durante el asedio de Pamplona. Fue columna de la reforma católica de hace cinco siglos junto a otra grande, también española, nuestra Teresa de Ávila.