Gobierno de España

Las botas de plomo

No existe un solo precedente en el que una remodelación de ministerios haya supuesto el pistoletazo de salida para la recuperación demoscópica de la imagen del Ejecutivo

Sobre la amplísima remodelación del Gobierno de Pedro Sánchez –puede que la más drástica que se recuerde en décadas de democracia– se ha dicho ya prácticamente todo, aunque tal vez convenga recordar, para quienes todavía creen que lo cambios de caras son suficiente revulsivo a la hora de revertir una tendencia a la baja, que no existe un solo precedente –especialmente en las etapas de González y de Aznar, los más dados a retocar los cuadernos azul y rojo– en el que una remodelación de ministerios haya supuesto el pistoletazo de salida para la recuperación demoscópica de la imagen del Ejecutivo, incluso habiéndose dado como en los casos citados y a diferencia del actual, un giro hacia perfiles mucho más políticos con miras a afrontar con mayores garantías y un pulso más firme, venideros compromisos electorales.

Por otra parte y con independencia de que a nuevas ministras como la de Política Territorial y portavoz, Isabel Rodríguez, o la de Educación y FP, Pilar Alegría, se les pueda poner de aquí a un tiempo cara de Juan Espadas en sus respetivas comunidades autónomas gobernadas por Page y Lambán, lo realmente importante es cual va a ser la capacidad real del actual Gobierno ya convenientemente tuneado, para llegar con aire al final de legislatura habiendo toreado previamente los «miuras» que aguardan en forma de salida definitiva de la crisis sanitaria propiciada por la pandemia, de recuperación económica con unas reformas que exige Europa para ir dando salida a los fondos comunitarios y del órdago permanente del soberanismo en Cataluña. Una capacidad y una libertad de movimientos que se puede ver lastrada como si se llevaran pesadas botas de plomo justo por lo único que no se ha tocado en esa remodelación y que no es otra cosa que una presencia del socio podemita en el Ejecutivo cuya mera razón de ser ya choca de entrada con muchos conceptos de lo que Sánchez calificaba este fin de semana como «Gobierno de la recuperación».

Alberto Garzón ya nos ha brindado tardes de gloria con corolario en la polémica del «chuletón» pinchando en hueso, igual que la Irene Montero de «elles», «niñes» y «todes» o un Manuel Castels desaparecido en combate gran parte de la legislatura y los tres seguirán sentados en la mesa del Consejo de Ministros completando cuota junto a Díaz y Belarra. Demasiado peso en las botas de quien quiere remontar el vuelo.