Benedicto XVI
El Papa Sabio en El Escorial
«‘’Lo que es la base de la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharle, sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura”»
Entre los pontífices romanos que podemos considerar intelectuales destacados en su época cabe nombrar sobre todo tres figuras: Silvestre II (999-1003: el gran matemático Gerberto de Aurillac), Inocencio III (1198-1216: Lotario Segni, autor de influyentes tratados de mística y teología), y Pío II (1458-1464: el célebre humanista y poeta Eneas Silvio Piccolomini). A estos tres nombres es de justicia añadir el de Joseph Ratzinger, Benedicto XVI (pont. 2005-2013).
Brillante profesor universitario en las universidades alemanas de Bonn, Tubinga y Ratisbona, su obra escrita supera los 600 libros y artículos. Durante su pontificado publicó tres encíclicas de gran profundidad espiritual, destacando como una de las más importantes de la historia reciente de la Iglesia su maravillosa Deus caritas est (2006) de obligada lectura para cualquier cristiano de nuestro tiempo que quiera entender en qué consiste el amor evangélico.
Hace exactamente diez años, el 19 de Agosto de 2011, en el marco de la JMJ, este Pontífice sabio se dirigió, en un acto único en la historia de la Iglesia española, a cientos de jóvenes profesores universitarios españoles reunidos en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, bajo la mirada de las efigies orantes del César Carlos y Felipe II, quien reunió la mayor biblioteca de su época a pocos metros de donde nos encontrábamos.
En su discurso, Benedicto XVI aludió a las Siete Partidas de Alfonso X el Sabio, el monarca español que junto a los Austrias antes aludidos probablemente ha dejado una huella más imborrable en la historia europea. Citó en concreto la definición del Rey Sabio del sentido y misión de una universidad en tanto que una comunidad de profesores y estudiantes que aprenden todos los saberes (Partida II, tit. XXXI), pero añadiendo por su parte que aprenden porque que «buscan juntos la verdad», una referencia que en el siglo XIII hubiera sido superflua pero que hoy es preciso recordar, tanto por lo de hacerlo juntos como por el criterio de verdad, tan cuestionado por la postmodernidad.
Esta sencilla definición de lo que es una universidad en su origen, tan olvidada hoy en tantos claustros universitarios, sirvió al Papa para introducir una idea de gran importancia: «Sabemos que cuando la sola utilidad y el pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano».
Ese día, tuve el inmenso honor de representar a esos profesores dirigiendo unas palabras al Santo Padre. Permítaseme la inmodestia de citar unas líneas: «Vivimos hoy un momento histórico por la significación especial que tiene el hecho singular de que un Papa que ha dejado ya su huella en la historia como un apóstol de la unidad entre Fe y Razón, un apóstol de la divina Sabiduría, se reúna con profesores universitarios precisamente aquí, en el Monasterio de San Lorenzo de El Escorial (…) Vuestras sabias enseñanzas y reflexiones sobre el lugar vital de la religión revelada en la sociedad actual, y quisiera resaltar por encima de todos sus históricos discursos en la Universidad de Ratisbona y en los Bernardinos de París sobre el vínculo entre la teología cristiana y las raíces de la cultura Europa, nos han sido a todos nosotros de gran ayuda de cara a situar en sus justos términos el debate intelectual con los que no creen en el llamado atrio de los gentiles. Y ello, bajo la premisa expuesta por Vuestra Santidad en los Bernardinos: ‘’Lo que es la base de la cultura de Europa, la búsqueda de Dios y la disponibilidad para escucharle, sigue siendo aún hoy el fundamento de toda verdadera cultura”».
Conviene recordarlo ahora que tantos, dentro y fuera de la propia Iglesia, parecen haberlo olvidado en estos tiempos tan confusos.
Manuel Alejandro Rodríguez de la Peña, es catedrático de Historia Medieval (Universidad CEU San Pablo)
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