Guerra en Afganistán

La ministra y la niña perdida

Me quedo con el orgullo que me hizo sentir la ministra por el trabajo de nuestros soldados, diplomáticos, GEOS...

De todas las cosas que han dicho nuestros políticos durante estos días sobre la catástrofe humanitaria de Afganistán sólo he conseguido mantenerme conectada, emocionarme y hasta sentirme orgullosa de mi país con las declaraciones que le escuché el pasado viernes a la ministra de Defensa, Margarita Robles, en una entrevista en RNE. Todo lo demás ha sobrado.

La ministra puso imagen al alcance de la tragedia al hablar de esta niña perdida en la evacuación de su familia gracias a la ayuda de la delegación española que sigue activa en Kabul. Y mientras la escuchaba, yo veía hacerse cada vez más pequeños los debates políticos domésticos. Unos y otras, de todos los partidos y de todos los colores, tampoco en esto han estado a la altura de las circunstancias porque han pensado que hasta en un drama como éste, que te rompe el alma por dentro, había que hacer ese discurso de siempre ajustado al cálculo del voto. «¿De verdad pensáis que hasta con la crisis de Afganistán se pueden ganar o perder votos en las próximas elecciones?». Tan perpleja estoy que lo he preguntado, a unos y otras, y la respuesta a izquierda y a derecha ha sido muy parecida, y se resume en eso de que «nunca hay que dejar sitio vacío al contrario».

En televisión, quienes hacen estos cálculos habrán visto a las miles de personas amontonadas en las puertas del aeropuerto militar de Kabul, desesperadas por huir de los talibanes. Habrán visto los cuerpos de niños muy pequeños, bebés, que sus padres entregaban a manos desconocidas para que en volandas se los hicieran llegar a soldados de las fuerzas europeas, y también a los jóvenes afganos que se caían de los aviones militares estadounidenses en su último intento de fuga. Por eso, enfrentar estas imágenes con las declaraciones del variopinto circo de portavoces que desfilan habitualmente por nuestras tribunas, buscando el eco mediático, es para echarse a temblar por la amplitud de su mediocridad. Me quedo con el orgullo que me hizo sentir la ministra por el trabajo de nuestros soldados, diplomáticos, GEOS... Pensé en las familias de los militares que han estado en Afganistán, en las que los recuperaron, y en las que los perdieron allí, y quise creer que si la estaban escuchando hubieran sentido algo de consuelo ante el sinsentido que hoy dan a lo que los suyos hicieron en esa guerra. Ojalá la ministra pueda contarnos que han encontrado a la niña.