Opinión

Una huida a todo gas

En un nuevo acto tan vergonzoso como indigno, Biden ha decidido acelerar la retirada de sus tropas

Las imágenes que publicamos día tras día son terribles. Es desolador. Nuestras conciencias se ven golpeadas por las largas colas de afganos intentando huir del horror talibán, los padres que suplican por salvar a sus hijos o que los dan a los soldados para salvarlos, las mujeres encerradas en sus casas, el lenguaje violento de los ganadores de la guerra, la cobardía occidental para no asumir las consecuencias de sus actos… Son tiempos difíciles, aunque poco a poco nos iremos olvidando. La información fluye muy rápida y nuevas noticias irán relegando el conflicto afgano en las páginas de los periódicos o en los informativos de las radios y las televisiones. Nuestra memoria se torna frágil y quedará el recuerdo de un fracaso colectivo y una derrota que no tiene ninguna épica, pero tampoco la victoria de los yihadistas. Los que vivimos en la zona más rica del mundo sufrimos desde la comodidad de la distancia, aunque sintiéndonos muy solidarios. A los afganos solo les queda el sufrimiento infinito, porque no hay «Justicia Infinita», tal como se llamaba inicialmente la operación militar, sino injusticia infinita.

En un nuevo acto tan vergonzoso como indigno, Biden ha decidido acelerar la retirada de las tropas estadounidenses, porque «cuanto antes nos vayamos de Afganistán, mejor». La fecha que había asumido era el 31 de agosto y no se entiende por qué tantas prisas. Es lógico que le preocupen sus conciudadanos, pero debería intentar salvar al mayor número posible de afganos. No necesitan buenas palabras, sino hechos. La dignidad implica asumir las consecuencias de los actos, pero no me refiero a la retirada, sino a una operación que no tendría que haber concluido de forma chapucera e improvisada. Una vez se produzca el abandono, se incrementarán las persecuciones y las represalias. Nada bueno se puede esperar de los talibanes. Los occidentales pondremos grito en el cielo, se lanzaran amenazas que se las llevará el viento y la congelación de las ayudas será tan inútil como estos veinte años de conflicto. Otras veces me he referido a la decadencia de Estados Unidos, pero también de la Unión Europea. Es algo que ha comenzado y me temo que es irreversible. La caída de Roma en el año 476 fue el acto final de una decadencia que había comenzado mucho antes.