Opinión
Los plazos de Biden
«El virus chino». Así bautizó Trump al coronavirus, dando como cierto su origen en Wuhan, aunque no quedaba acreditado con certeza si el origen había sido natural por un pangolín en un mercado –como último eslabón de una cadena de transmisión iniciada en un murciélago–, o si se había producido en un laboratorio de investigación de armas biológicas prohibidas por el Tratado NBQR. Además quedaba la duda –cuando menos, teórica– sobre la expansión del virus, accidental o no.
Para aclarar todas estas importantes cuestiones, Biden encargó a los servicios de inteligencia de los EEUU un estudio que aportara respuestas en un plazo de 90 días, que finalizan ahora, coincidiendo con la caótica retirada de Afganistán tras veinte años de presencia. Ya se ha anticipado que, previsiblemente, las dudas planteadas no podrán aclararse.
Lo cierto es que, entre una cosa y otra, la presidencia de Biden queda muy lastrada en su primer año de mandato, y arrastra consigo a todo Occidente frente a un bloque liderado por China, que aparece fortalecido ante la desbandada de Kabul y la evidencia de que hasta EEUU es incapaz de conseguir su colaboración para aclarar el origen y expansión del virus.
¿Chino? Lo cierto es que la coincidencia de esos dos acontecimientos produce un escenario preocupante para Occidente. El retorno al multilateralismo comprometido por Biden, frente al unilateralismo de Trump, ha quedado con el reciente G-7 en agua de borrajas antes de haber nacido. A este paso, la progresía mundial acabará añorándole.
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