Partido Popular
Sol, Génova, Cibeles... ¡Suicídense!
El debate absurdo ya ha echado a rodar, esta en los papeles y únicamente puede pararlo Pablo Casado
Nada como contemplar a la derecha pegarse tiros en el pie cuando menos oportuno resulta y por supuesto para corroborar su sambenito de cainita y antropófago mientras Sánchez aprueba supuestas medidas contra la subida de la luz fumándose un puro. Parece innegable que la victoria del Partido Popular en los comicios madrileños del «4-M» marcó un punto de inflexión que refleja en casi todas las encuestas –exceptuado obviamente el CIS de Tezanos– la clara victoria de los populares ante unas eventuales elecciones generales y, lo que es más importante, la suma de las derechas para poder gobernar España ante el paulatino calcinamiento del gobierno. Es lo que durante estos últimos meses se ha ido interpretando tal vez con excesivo optimismo como la próxima llegada de una ola imparable surfeada por el PP de Pablo Casado encarnando el inevitable cambio de ciclo. Daba incluso la sensación de que, fuese cual fuese la estrategia del entorno de Sánchez tras la remodelación del Ejecutivo, las encuestas seguirían marcando la irremisible vuelta de la derecha a la Moncloa. Bastaría con no cometer errores de bulto y sentarse a contemplar como la coalición social podemita se ahogaba dando carrete a su propia cuerda.
Pero es evidente –y doy fe de ello– que al Partido Popular le va la marcha y asumiendo lo mas pernicioso de la «nueva política» abierta a los plebiscitos, nos vaticina lo que será una encarnizada batalla por el poder en Madrid, con el consiguiente e indudable desgaste de esos que pueden hacerles quedarse a las puertas del poder por media cabeza de caballo en una cita con las urnas y lo que es peor, protagonizada por Ayuso y Almeida, las dos más exitosas y contrastadas marcas de las que dispone el PP junto a Núñez Feijóo y Moreno Bonilla. Resulta que mientras el PSOE anda buscando referentes electorales en forma de nuevas caras debajo de las piedras, el PP –que los tiene– contempla inane desde su dirección nacional los prolegómenos de una «fraternal» greña en Madrid, no exenta de ingredientes de desconfianza entre viejos fantasmas de la Puerta del Sol y nuevos inquilinos de Genova-13. El debate absurdo ya ha echado a rodar, está en los papeles y únicamente puede pararlo Pablo Casado, lo que pasa por el camino sin complejos que marcó el «4-M». Solo él es candidato a la Moncloa en una próxima y tal vez única oportunidad ergo, pellizquitos de monja los justos.
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