Opinión

Vamos a ver, Santidad, ¿A quién hay que pedir perdón?

A ver, Santidad. ¿A quién hay que pedir perdón? ¿A los salvajes que compraban niños tarascos en el mercado para descuartizarlos en la pirámide? ¿A los cazadores de esclavos que arrasaban pueblos para nutrir la cuerdas de presos a sacrificar? ¿A los sádicos que, como en el circo romano, hacían pelear a los hombres hasta la muerte sobre la piedra gladiatoria? ¿A los militares aztecas que obligaban a los jóvenes de Txlascala a fingirse prisioneros de guerra para caer bajo el cuchillo de obsidiana de los sacerdotes? ¿A los bárbaros llegados del desierto que impusieron la servidumbre a sangre y fuego? ¿A los criollos, traidores a su Rey, que se lanzaron como hienas sobre las tierras comunales de los indígenas? ¿ Al imbécil de Santa Ana que entregó medio país a los gringos? ¿Al carnicero de Plutarco Elías Calles, asesino de cristianos y genocida del pueblo Yaqui? ¿A ese acabado producto del criollaje apestoso que es el demagogo Andrés Manuel López Obrador? ¿Al Chapo Guzmán?

Pero, sobre todo, Santidad, ¿Por qué tenemos que pedir perdón? ¿Por haber llevado a las tierras de México la palabra de Nuestro Señor Jesucristo? ¿Por difundir la verdad de que todos los hombres son iguales, sin distinción de raza, pueblo o color y, por lo tanto, son acreedores a la salvación eterna? ¿Por destruir la creencia de que hay pueblos elegidos que están por encima de los demás? ¿Por conservar las lenguas de los pueblos amerindios, blindándolas en la escritura latina? ¿Por encargarnos de guardar el legado de su historia y sus costumbres? ¿Por haber construido hospitales y universidades? ¿Por abrirles los ojos a la concepción del mundo?

La verdad, Santidad, es que a uno le entran ganas de apuntarse con los luteranos, que esos nunca tienen que pedir perdón a nadie. Frente a estos juicios de intenciones, la conquista y evangelización de América, Santidad, fue obra de hombres. De hombres de un tiempo y un lugar ya idos. Y como toda obra humana tiene luces y sombras. Pero, al final, la obra nos ha de quedar perfecta. Lo verá desde los cielos, Su Santidad.