CDR

Barcelona, ¿capital antisistema?

Durante un año y medio, la actualidad informativa en España ha venido casi monopolizada por la pandemia del coronavirus y la toxicidad política del Procés separatista catalán. Pero desde el 19 de septiembre –175 aniversario de La Salette–, el coronavirus ha dejado paso de actualidad al volcán de Cumbre Vieja de La Palma, alternándose así una calamidad sanitaria de origen todavía ignoto con una adversidad de causa exclusivamente natural.

Sin embargo, la desgracia política subsiste inasequible al desaliento, si bien se constata que cada día que pasa pierde capacidad de convocatoria y gana en ruido y gesticulación. La última entrega valleinclanesca de este cataclismo la protagonizan Aragonès y Colau con un desaire al Rey y al presidente de jornada, no asistiendo a la inauguración del Salón Internacional del Automóvil en Barcelona. En cuanto al primero, alegando la coincidencia con el debate de política general –que, por cierto, está pasando desapercibido, lo que es todo un síntoma del descrédito actual de la política catalana–, es una excusa de «mal pagador», por cuanto tuvo tiempo de sobra para asistir al almuerzo. Como vemos, la «Mesa del Diálogo» no da ni para un saludo de elemental cortesía y educación. En cuanto a la señora Colau, el PSC tendrá que preguntarse algún día qué hace junto a una alcaldesa como ella, que está convirtiendo en irreconocible a aquella Ciudad Condal «Archivo de la cortesía» que inmortalizara Cervantes en El Quijote.

El pasado 7 de marzo escribí El Trípode haciendo referencia al inexplicable boicot efectuado por la Generalitat a la presencia del Rey acompañado del Presidente del Gobierno a la planta de SEAT en Martorell junto a la cúpula de la multinacional alemana Volkswagen, comprometiendo grandes inversiones para desarrollar allí la producción del coche eléctrico. Ahora se repite la historia con similar boicot a la inauguración de un Salón de extraordinaria importancia para el empleo, la industria y el comercio, tanto para Barcelona como para toda España.

Pretendiendo ofender al Rey, lo que consiguen es un descrédito absoluto a nivel personal, dañando a las instituciones que representan –Generalitat y Ayuntamiento– y, por extensión, a los intereses que tienen el inexcusable deber de defender por encima de réditos y planteamientos políticos de vuelo gallináceo más propios de vulgares parloteos de patio de vecindad.

Barcelona, «Ciudad de Ferias y Congresos» y «Archivo de la cortesía», a este paso corre el riesgo de convertirse en ciudad antisistema. De la mano de los CDR, la CUP y sus gobernantes.