Política

¿Nuevas instituciones?

La pasión por gastar es consustancial al ejercicio de la política, especialmente en determinadas tendencias ideológicas

Desde hace meses, la política española ha incluido en la lista de problemas –aunque fueran menores o inexistentes– el de la descentralización de Madrid: la propuesta del PSOE de sacar de la capital algunas instituciones del Estado. Isabel Díaz Ayuso –que nunca aparca una excusa para mantener un pugilato con Pedro Sánchez, con el objetivo de engrandecer su propia figura política– ha elevado el asunto a la categoría de agravio digno de respuesta bélica. Un entretenimiento.

Pero este debate perfectamente prescindible nos ha aportado un detalle que refleja bien la peligrosa tendencia al gasto público que tenemos en España, y al grito ya conocido e insultante para el contribuyente de que «el dinero público no es de nadie». Porque el presidente del Gobierno, para contraatacar a la presidenta de la Comunidad, ha matizado su propuesta: ahora no consiste en sacar –deslocalizar– de Madrid instituciones ya existentes, sino las que sean de nueva creación. ¿Nuevas instituciones? ¿No sería más razonable eliminar algunas que cuestan mucho y aportan poco?

Dice Pedro Sánchez que «la orden que he dado a todos los ministros es que, cuando se cree una nueva institución, busquemos una ubicación fuera de Madrid». Ahora sabemos que el presidente lejos de reducir el número de ministerios de su Gobierno (dieciocho) o las vicepresidencias (cuatro) o las secretarías de Estado (vaya usted a saber cuántas son) o las direcciones generales o los negociados o las asesorías o las comisiones o las mamandurrias o los chiringuitos, lo que realmente planea es crear más. De lo que se seduce que ampliaremos el número de cargos públicos y, como consecuencia, el gasto en sueldos, edificios y material de oficina.

La pasión por gastar es, por lo que parece, consustancial al ejercicio de la política, especialmente en determinadas tendencias ideológicas. Pero sería muy desafortunado que, para justificar un debate animado por algunos barones autonómicos, la idea de sacar instituciones de Madrid se convirtiera, en realidad, en la creación de nuevas instituciones para dar satisfacción a la ocurrencia.

No es necesario crear más instituciones. Llévense, si quieren, algunas que ya existen y tendremos más sitio en la capital.