The Economist

Atrapado en el alambre

Es probable que el plan de Bielorrusia de utilizar a los inmigrantes para dividir la UE termine siendo contraproducente

Alexander Lukashenko, ¿un maestro táctico? El presidente de Bielorrusia ha traído a miles de inmigrantes de Oriente Medio a las puertas de la UE en vísperas del invierno, desafiando al bloque comunitario a abandonar sus instintos humanitarios mientras el mundo mira. Lukashenko parece haber tenido la intención de reavivar la división interna y la agitación política que siguió a la afluencia de inmigrantes a Europa en 2015. En cambio, ha forjado un consenso a favor del rápido castigo de su régimen.

Las escenas que se han desarrollado en la frontera polaco-bielorrusa desde el 8 de noviembre han sido obra suya. Los agentes de viajes bielorrusos en Irak ofrecen vuelos, una visa y falsas promesas de un camino fácil hacia una nueva vida en Europa a cambio de miles de dólares. Los que llegan a Minsk son trasladados inmediatamente a través del bosque a un lugar en la frontera donde, lejos de cruzar rápidamente a Polonia y embarcarse en la supuesta oportunidad de moverse por la zona de libre viaje de Schengen, los inmigrantes terminan apretujados entre las alambradas de la UE y hombres bielorrusos con armas de fuego, incapaces de avanzar o retroceder. En el momento en el que The Economist salió a imprenta, el 11 de noviembre, unas 2.000 estaban atrapadas cerca del cruce de Kuznica, el principal punto de preocupación actual. Ha habido varios intentos de traspasar la frontera allí. Se cree que unos 20.000 migrantes se encuentran en otras partes de Bielorrusia, y aún hay más que vuelan a través de Estambul y otras ciudades de Oriente Medio a través de Belavia, la aerolínea estatal bielorrusa.

La política exterior de Lukashenko se ha parecido cada vez más a la de un jefe de la mafia desde su robo de las elecciones el año pasado. Ha enviado matones tras disidentes que huyeron al extranjero. Está enojado con los países que los protegen, principalmente Polonia y Lituania, y con toda la UE por las sanciones que ha impuesto a su régimen. La ambición de esas sanciones se redujo gracias al cabildeo de las industrias afectadas, desde los bancos austriacos hasta los ferrocarriles lituanos. Ahora la voluntad política de disuadir a Lukashenko se ha endurecido. La UE está insinuando nuevas sanciones, incluso contra Belavia, posiblemente tan pronto como la próxima semana. El Gobierno irlandés, hasta ahora vacilante, cuyas empresas alquilan aviones a la aerolínea, se ha sumado al acuerdo.

Eso no significa que sea fácil mantener a los migrantes fuera de la ruta a Bielorrusia. La UE quiere instalar funcionarios en los aeropuertos de Oriente Medio para disuadir a los pasajeros iraquíes con preguntas incómodas antes de embarcar. Pero eso llevará tiempo. Angela Merkel, la canciller saliente de Alemania, ha pedido al presidente de Rusia, Vladimir Putin, que haga reflexionar a Lukashenko sobre sus planes. Sus posibilidades de éxito parecen escasas.

Polonia ve la disuasión como la mejor manera de detener la afluencia, por lo que está decidida a no admitir a ninguno de los migrantes que se reúnen en sus puertas. Su Gobierno populista ha rechazado las ofertas de ayuda de Frontex, la agencia fronteriza de la UE. Ha surgido un campamento en el lado bielorruso y es probable que se produzca una larga batalla de voluntades. Mientras tanto, los migrantes corren peligro. Se acerca un invierno helado. Y el señor Lukashenko está dispuesto a hacer sufrir a la gente si las imágenes de televisión causan problemas en Europa.