Política
Los juguetes socialdemócratas
El progresismo busca crear mayorías exiguas, basadas en la fragmentación y el enfrentamiento social
El éxito del alemán Olaf Scholz en la sucesión de Angela Merkel al frente de la cancillería alemana ha llevado al progresismo español, empezando por su líder, el inefable Pedro Sánchez, a especular acerca del regreso triunfal de la socialdemocracia europea. De lo dicho por Sánchez, que ha puesto a su gobierno como modelo de lo que deben hacer nuestros vecinos del norte, se puede prescindir. Más interesante resulta la idea de que en los dos países, Alemania y España, la socialdemocracia está encabezando coaliciones capaces de transformar las respectivas sociedades en un sentido progresista.
La primera diferencia estriba en que bajo Merkel, el SPD ha venido gobernando su país, en coalición con los democratacristianos, desde 2013. La piedra de toque de la socialdemocracia es la de ser un partido nacional, con voluntad de llegar a pactos con los demás partidos y con sindicatos que no son de clase, sino de trabajadores. No hace falta glosar el «No es no» de Sánchez al mismo ofrecimiento del PP, en momentos muy crudos para nuestro país: es la diferencia entre un partido socialdemócrata y otro de tradición radical sindicalista. En la nueva coalición gobernante, el SPD de Scholz va flanqueado, además, por dos organizaciones nacionales, firmes soportes del régimen. Hace mucho tiempo que los Verdes perdieron su pátina alternativa. Hoy aglutinan el voto de unos alemanes jóvenes, descontentos con los dos grandes partidos tradicionales, pero nada deseosos de acabar con la República Federal y sí, más bien, de establecer un nuevo pacto intergeneracional. Estos Verdes van equilibrados, del otro flanco, por los liberales, de los que habrá que tener en cuenta su voluntad, bien argumentada, de renovar políticas de austeridad y contención ante el intervencionismo y la inundación de dinero público en reacción al Covid.
Ningún parecido hay entre estos dos socios y los de Pedro Sánchez, que ha embarcado a su partido, y a la sociedad española, en un enfrentamiento social y cultural destinado a dividirla al precio que sea con tal de evitar la llegada al poder de la derecha. En vez de liberales, los socios preferentes de Pedro Sánchez son nacionalistas separatistas, también filoterroristas, algo inconcebible en Alemania, cuya Constitución impide la existencia de partidos contrarios a la República Federal. ¿Alguien se imagina a un canciller del SPD gobernando con quien quisiera construir una nueva nación bávara invocando el antiguo reino de Baviera Del lado de los Verdes, en nuestro país, nos encontramos con toda una colección de grupos y «mareas» cada vez más minoritarios, pero de los que Sánchez necesita alguno para tomar el relevo del ya estragado, y siempre sombrío y antipático, Podemos original.
Así es como hemos llegado al punto en el que la ultraizquierda no tiene mejor ocurrencia que hacerse recibir por el Papa y llevarle regalos ecológicos. Seguramente una señal, algo hermética, para disputar a Errejón el espacio de lo Verde sostenible y santificado. ¿Cómo interpretar, en este sentido, la huelga de juguetes convocada y financiada con 80.000 euros por un ministro? En Alemania se crean coaliciones que intentan forjar grandes mayorías sociales. Aquí el progresismo busca crear mayorías parlamentarias exiguas, artificialmente remendadas, basadas en la fragmentación y el enfrentamiento social. La parodia de una socialdemocracia.
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