Ómicron

Navidades Ómicron

¿Ni siquiera a estas alturas podemos esperar del gobernante una respuesta común, que genere cierta seguridad?

Me alegro especialmente de saludaros hoy. Os escribo desde la cama, con unas décimas encima, por culpa del virus Ómicron. ¡Este bicho no sabe con quién se ha metido, pobre! Ya sabíamos que tarde o temprano todos íbamos a contagiarnos, pero vaya, qué puntería la del susodicho. Conmigo, y con tantos miles y miles de españoles que tendremos que pasar estas fiestas apartados de la familia, de reuniones largamente esperadas, privados del calor único y reparador de los nuestros.

No infravaloréis a Ómicron: en los casos más leves, como el mío, provoca fiebre, dolor muscular, vómitos, catarro y una tos seca, permanente, detestable. Se expande por Europa a la velocidad del rayo, y está comprobado que las dobles y triples pautas de vacunación no le frenan.

Llevamos ya bastantes semanas advirtiendo de las capacidades de esta última variante. Observando, alarmados, cómo los países de nuestro entorno iban recuperando sus restricciones más duras para tratar de «salvar» la temporada navideña. No sé vosotros, yo tengo la impresión de que esta España nuestra, con su revoltijo de Comunidades y su modelo de «cogobernanza», ha vuelto a pecar de una falta de previsión bochornosa, incomprensible para el ciudadano.

A Pedro Sánchez, sus propios socios de Gobierno le acusan de gestionar la situación a base de improvisaciones. Y tampoco se percibe demasiada coordinación entre las Comunidades Autónomas. Esto es un sálvese quien pueda, en toda regla. Una vez más, los tribunales empiezan a tomar aquellas decisiones que les corresponderían a los políticos: Toques de queda, restricciones varias, según dónde residas, déjà vu total de las pasadas Navidades. ¿Ni siquiera a estas alturas podemos esperar del gobernante una respuesta común, que genere cierta seguridad? Solo podemos agarrarnos a la vacuna, que no es del todo infalible y, por supuesto, a la mascarilla crónica.

Tras una rimbombante Conferencia de Presidentes, se nos anunció como medida «estrella» la vuelta de la mascarilla obligatoria a las calles. Y a mí, más que una decisión absurda, me pareció un ejemplo más del teatro político hueco al que nos tienen acostumbrados. ¿Tanta reunión para… eso? Nos infravaloran.

Así las cosas, nos hemos ido todos como locos a comprar antígenos y pcr, no vaya a ser que contagiemos a los nuestros en un descuido, y se nos han agotado en dos días. Y de repente, la postal de nuestra España, esta Nochebuena, ha mutado dramáticamente, lo mismo que el bicho Ómicron: de los atascos clásicos en las carreteras, hemos pasado a ver hoy colas interminables a las puertas de centros de salud, hospitales, farmacias. Si estáis ahí, espero que os sea muy leve. Si sois «negativos», por favor, tened especial cuidado, guardaos un poco más del mundo. Hay que impedir que el impacto de Ómicron en el sistema sanitario se acerque al de la primera ola. A todos, Feliz Navidad. ¡SALUD!