Cirugía

Cirugía sin ética

Empieza el juicio contra el cirujano de Sara, la mujer que falleció en enero por una lipoescultura

«Liposucción y lipoescultura, ambas técnicas logran excelentes resultados y ayudan a que mejore la autoestima de los pacientes y la confianza en sí mismos». ¿Sí? Son palabras de la primera cirujana estética que encuentro en Google para que me explique la diferencia entre ambas intervenciones.

Empieza el juicio contra el cirujano de Sara, la mujer que falleció en enero por una lipoescultura. Algo sencillo, indican las numerosas clínicas del ramo. Consiste en hacer unas pequeñas incisiones, introducir unas cánulas, disolver y después aspirar la grasa del paciente. ¿Es un paciente? A continuación, esa grasa se inyecta en las zonas que el propio cliente, aconsejado por su operador, quiere rellenar. Véase rostro, muslos, nalgas… Es decir, se llama así porque se «esculpe» el cuerpo, explican. Y, según anuncian, el resultado es rejuvenecedor, armonioso y permanente. ¿Permanente? Pero no veo en las maravillosas publicidades que se utiliza anestesia general, algo que como sabemos puede traer complicaciones letales.

Sara se fue de la vida en plena juventud porque deseaba tener un cuerpo más acorde a los superfluos cánones de belleza establecidos. Se fue porque un negligente la hizo una escabechina en el quirófano. A ella le tocó la china, pero no es la única. Según cuentan, las condiciones precarias o la falta de formación de algunos médicos llevan a que este negocio del siglo se cobre victimas silenciadas. ¡Ojalá este juicio sirva de advertencia a los sinética!

Es una pena grande perder la vida o complicarte la salud por parecer más joven o delgado; por vivir una impostura. Porque no hay cirugía que te pueda quitar años verdaderamente. Porque una operación a los treinta te dejará con tu juventud propia, pero a la vejez te hará parecer una momia. Una momia que tendrá que estar gastando dinero continuamente para no cuartearse, sin conseguirlo. Sin embargo, la trastornada presión social es tan fuerte que ahí estamos, engañando y engañándonos. Queriendo negar que el tiempo es el único escultor.