Elecciones Castilla y León

Cambios de fondo

VOX da un nuevo paso para convertirse en la nueva fuerza motriz de la derecha española

Durante unos años, desde más o menos 2011, la sociedad española vivió un intenso y espectacular idilio con el regeneracionismo. Diez años después, de todo aquello quedan, según los resultados de las últimas elecciones, las de Castilla y León, dos escaños: uno de Unidas Podemos y otro de Ciudadanos. Habrá quien lo vea con amargura, como si aquella ambición regeneratriz hubiera merecido otra cosa. Sin embargo, aquello, en sí mismo, no representaba nada más que un deseo de cambio. Y ese deseo ha ido fraguando en fórmulas imprevisibles, pero que parecen responder a movimientos profundos de la sociedad española.

Uno de ellos es la decadencia de la izquierda. El PSOE creyó encontrar una nueva vida en la asimilación del podemismo, versión cochambrosa del regeneracionismo izquierdista. El resultado ha sido un gobierno que aúna confusión y obsesión propagandística, con los resultados que se vieron en Madrid y ahora en Castilla y León. Desgastarse como lo hace el PSOE, estando en la oposición, es el no va más del virtuosismo en la búsqueda de la derrota. Y el resultado ha de ser achacado al escaso fuste del socialismo castellano leonés, pero también al cínico jolgorio monclovita, ajeno a las preocupaciones de una sociedad en mutación profunda.

Se mantiene mejor la derecha clásica, que sigue siendo, como decía ayer el editorial de LA RAZÓN, el referente del centro derecha español. Aun así, tiene tendencia a perderse en cálculos cortoplacistas y coyunturales, fruto a su vez de una dificultad de fondo para articular una posición que responda a los cambios sociales y culturales. En este sentido, además de su relevancia en cuanto a la decadencia de la izquierda, resulta significativo que afloren organizaciones provinciales como las que existieron hace cuatro décadas. Parece que el PP no fuera ya capaz de seguir representando lo que en su día, en los años 90, logró aunar.

Por eso resulta tan significativo el ofrecimiento a estos micropartidos que realizó Santiago Abascal en su discurso postelectoral. Sin salirse de su campo ideológico –aunque sin necesidad de recurrir a asuntos vidriosos y poco populares entre el electorado español, como el de la emigración y la obsesión con los «menas»– VOX da un nuevo paso para convertirse en la nueva fuerza motriz de la derecha española. Actitud y discurso que responden, a su vez, a una demanda de seriedad por parte de la ciudadanía y que tal vez expliquen, aunque de un modo distinto a como se suele hacer, la reticencia del PP a gobernar con ellos. Más que de temor a la contaminación, se trataría de recelo a la posibilidad de perder la iniciativa.

Por supuesto que quien lo desee puede seguir considerando a VOX una fuerza antisistema, una amenaza para la democracia, la Constitución y la convivencia. Si de verdad se piensa eso y el todavía nuevo partido supone un peligro tan serio y tan grave, no se entiende que el PSOE no se ofrezca al PP para salvar a España y a los españoles del inminente desastre. Es muy sencillo. Una llamada bastaría para cambiar el panorama. Claro que esa llamada requiere una revisión total de la acción política del socialismo español: desde 2004, pero también desde mucho antes, de cuando se creía dueño y señor de la idea de la democracia.