Guerra en Ucrania

Frenar la sinrazón

La amenaza de otra guerra mundial «nuclear y destructiva» no va a conseguir debilitarnos emocionalmente, justo lo que busca una personalidad abusiva, megalómana

No podemos creer que intereses económicos sean los que vayan a llevar a la propia Rusia a la más absoluta autodestrucción.

La amenaza de otra guerra mundial «nuclear y destructiva» no va a conseguir debilitarnos emocionalmente, justo lo que busca una personalidad abusiva, megalómana (enfermedad psicopatológica caracterizada por fantasías delirantes de poder, relevancia, omnipotencia) y dañina. El mundo entero ha de revelarse frente a la sinrazón y poder así frenarla. En lugar de llenarnos de miedo (herramienta principal para someternos y manipularnos), hemos de reafirmarnos en la defensa de los derechos humanos y las libertades. No nos vamos a dejar contagiar esa energía tan paralizante y negativa de quienes quieren dominar al resto.

Una mayoría vive condenada al ostracismo informativo (prohibieron a los medios de comunicación utilizar las palabras guerra o invasión. Hablan de una operación especial de protección de las regiones del Dombás y Lugansk, dos regiones prorrusas), manipulados por medios afines al régimen. Pero la élite de científicos y divulgadores rusos, entre ellos el físico Konstantín Novosiólov, ganador del Premio Nobel, y muchos miembros de la Academia Rusa de Ciencias, alzan la voz. Rechazan en una carta abierta la ocupación de Ucrania: «es injusta y francamente insensata». Temen que el aislamiento internacional les impida el desarrollo de su trabajo.

El economista Fernando Trías de Bes lo tiene claro: «Rusia ganará, se hará con Ucrania, pero va a sumirse en una crisis de la que tardará décadas en salir. El rublo seguirá desplomándose, los tipos de interés del Banco Central ruso estarán por encima del 20%, y eso hundirá a la población, a su capacidad de endeudarse y a las de las importaciones. Rusia ha muerto para décadas y Putin pasará a la historia como el mandatario que no supo leer lo que era competir en un mundo global. Lo triste es que niños e inocentes hayan de pagar con sus vidas los errores de dirigentes ciegos».