Gobierno de España
Antimilitarismo de mercadillo
Un grupo político que ponía el corolario abogando por acoger a los refugiados con «una mirada feminista».
Debo confesar que cuando escucho determinadas afirmaciones lapidarias relativas a la invasión rusa en boca de dirigentes de Unidas Podemos –el «conflicto»– me recorre la espalda una sensación entre entrañable y melancólica de las que nos trasladan a tiempos de juventud asamblearia de facultad o de bachillerato para ser más exactos… «con la barbas de Fidel vamos a hacer una escoba, para barrer a los yankis de las bases españolas…» tiempos en los que se nos erizaba el vello con buenismos de paz y amor que hoy de vez en cuando vienen a alegrarnos el rato, como ocurría esta semana en el Congreso de los Diputados, donde contemplábamos cómo PSOE, Unidas Podemos y ERC ponían no pocos inconvenientes a pedir al Gobierno el envío de más «material ofensivo» a la resistencia ucraniana. Pero tal vez lo más entrañable, por encima de las «diplomacias de precisión» era el hincapié de la formación morada por prestar una «especial atención» a las personas LGTBI que huyen de la guerra para las que, en opinión de este partido que forma para del gobierno de coalición deberían establecerse corredores humanitarios prioritarios. La propuesta define de punta a punta el distanciamiento de la realidad en un grupo político que ponía el corolario abogando por acoger a los refugiados con «una mirada feminista».
Hay momentos en los que resulta casi cómico el renqueante contraste entre lo que pretende proyectar –especialmente fuera de nuestras fronteras– el abnegado presidente del Gobierno de España a propósito de nuestro decidido apoyo humanitario y logístico a Ucrania contra la agresión rusa y la posición real de las formaciones de la izquierda reflejada en ese otro más doméstico foro que es nuestro Parlamento. Mientras Pedro Sánchez se afana por convencer a los aliados norteamericano y europeo de que somos un socio fiable, sin fisuras y al que poder prestar las llaves de la moto, con todo el potencial organizativo del que siempre hemos hecho gala para acoger en este caso la cumbre de la Alianza Atlántica en junio, de puertas para adentro tiene que lidiar con la tentación permanente del socio de gobierno por los guiños a la tabarra anti OTAN y los eufemismos a la hora de contemplar medidas contra el invasor ruso, por no hablar de algún que otro nada irrelevante nombre y apellido en el propio partido socialista que, parapetado en el llamado «grupo de Puebla» ha encontrado el mantra en una «diplomacia de precisión» que tiene la profundidad del «alegría Macarena» en su letra y estribillo. La margarita en los labios les hace entrañables.
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