Economía

Inflación: del pollo al chivo

Las autoridades se esfuerzan en eludir el coste político que les representaría admitir que son ellas las culpables de la inflación, y no el pollo, ni Putin

Hace años, cuando estaba el profesor Pedro Fraile en La Brújula de la Economía en Onda Cero, yo solía bromear con él y con Carlos Alsina, que entonces dirigía el programa, por la manía de las autoridades y los medios de culpar al pollo de la subida de los precios, y les decía: «pollo: maldito animal inflacionario». El intríngulis no ha mejorado con el tiempo, porque ahora parece que la inflación es culpa de otro animal: Vladimir Putin, o el chivo expiatorio.

Las autoridades se esfuerzan en eludir el coste político que les representaría admitir que son ellas las culpables de la inflación, y no el pollo, ni Putin. Los mercados de alimentos, y las guerras que desatan los sátrapas de todo pelaje, pueden registrar y provocar perturbaciones en la oferta y la demanda, y, por tanto, influir sobre los precios, pero el deterioro sostenido del valor de la moneda en el tiempo tiene orígenes políticos, en primer lugar, por la acción de las autoridades monetarias. Los bancos centrales orquestaron una notable expansión monetaria, que reprimió los tipos de interés demasiado y durante demasiado tiempo: de ahí la inflación. Y de la contención de esa expansión vendrá su moderación.

A ello se suma la política económica de los gobiernos más irresponsables, como el nuestro, que añaden a la expansión monetaria el aumento del gasto público, los impuestos, los déficits y la deuda; y el bloqueo al funcionamiento libre de los mercados, mediante las regulaciones más profusas y absurdas; y todo mientras despotrican contra los males del mercado y el liberalismo.

Una vez enfrentados con las consecuencias de sus propios actos, los gobernantes, incapaces de asumirlas, huyen hacia adelante planteando cada vez más intervencionismo, pintándolo todo con «ayudas» a la gente, que por supuesto paga la propia gente; prohibiciones al despido, como si realmente lo impidieran; controles de precios, que llevan milenios fracasando; pactos de rentas, y otros espejismos. Añadiendo escarnio al insulto, el Gobierno proclamó a la vez: «Protegeremos a los más débiles» y «No habrá una bajada generalizada de impuestos», como si los contribuyentes, y la inflación es un impuesto, no fueran débiles. Eso sí, la culpa de todo es del mejor amigo del hombre, y el íntimo de los políticos: el chivo expiatorio, que hoy es Putin y mañana, ya se verá.