Política

Escapada real

¿Acaso el verdadero objetivo es acabar con este modelo de Estado?

Sigue creciendo nuestra deuda pública a un ritmo preocupante, nos avisa la Unión Europea de que, si Rusia nos corta el grifo del gas, tendremos que racionarlo e incluso compartirlo, el próximo invierno, con el resto de los vecinos comunitarios. No acabamos de superar definitivamente una pandemia y, de un día para otro, la OMS nos avisa de la rápida propagación de otro virus, y empezamos a rescatar remesas de vacunas olvidadas contra la viruela. Aumentan de forma preocupante las agresiones grupales entre menores, las violaciones en manada… Visto lo visto esta semana en Burjassot, queda claro que tenemos un importante problema de base con las redes sociales y con la falta de control parental. Y los políticos, ante semejantes acontecimientos, en vez de generar posibles respuestas, nos dan la tabarra con polémicas intrascendentes. Véase el reciente asunto de las bajas menstruales, y véase ahora la monarquía.

Solamente al 0,1% de los españoles le parece «un problema» la institución monárquica, según el último CIS. Es la ultimísima de las preocupaciones de quienes van a votar cada cuatro años. El paro y la crisis económica nos quitan el sueño, el mal comportamiento de los políticos nos saca de nuestras casillas. Y no sigo con la situación de la sanidad pública: tan necesaria y, sin embargo, tan olvidada en su red de atención primaria.

Pero da lo mismo: estos días, interesa más desviar los problemas hacia la evidente cortina de humo que supone la escapada de Juan Carlos I a Sanxenxo. Al margen de la lógica curiosidad que provoca la imagen del monarca en suelo español tras dos años de ausencia, habría que recordar que, a día de hoy, el rey emérito ya no tiene causas judiciales pendientes en España y, por tanto, es libre de venir cuando le apetezca. Otra cosa es que a la Moncloa le incomode la foto de un hombre que ya puede pasear por Cuenca o por Vigo, aunque sea «de facto» residente en Abu Dabi.

A estas alturas, los españoles conocemos sobradamente las luces y las sombras del emérito. Se le juzgará a largo plazo, porque con la perspectiva del tiempo las trayectorias ocupan el lugar que deben. Distinta es la situación de su hijo que, en sus años de reinado, ha demostrado una voluntad clara de transparencia.

La campaña alentada desde el propio Ejecutivo –desde su ala izquierda– contra Juan Carlos I, con el apoyo explícito y vehemente de sus socios de Gobierno parece que, en el fondo, busca desestabilizar la propia Corona. ¿Acaso el verdadero objetivo es acabar con este modelo de Estado? Lo más relevante de la escapada real no lo veremos en las regatas. Ocurrirá en la reunión que mantengan el lunes padre e hijo en Madrid.