Opinión

Gobierno cautivo

Con el Congreso convertido en un teatro de la escenificación más miserable nos queda poco margen para tocar con la yema de los dedos eso que una vez se llamó verdad. Aunque la palabra chantaje, tan bien traída en la sesión de ayer, más que un reproche puede utilizarse como alegato. Sánchez llegó de Davos con una nueva remesa de concesiones a sus socios y se los presentó en bandeja de plata para que no le corten el grifo y lo manden a la oposición. Pero en este paripé, sus colaboradores necesarios, le aprietan cada vez más. Si el presidente de un Gobierno no es capaz de defender ni a sus servicios secretos, qué podemos esperar. Muy poco. Vemos cómo mantiene este chantaje a las instituciones del Estado y a la Justicia, que manipula para que se no enfaden sus socios de ERC y Bildu, que son los únicos que le aguantan ya. Ni en la peor de las dictaduras bananeras se ha visto un montaje tan gordo para tapar las miserias de una gestión paupérrima que pone en cuestión la seguridad nacional. Sánchez, presentado como una víctima más, tampoco se acuerda ya de la responsable del CNI a la que despidió y como si hubiera caído de un planeta de fuera del Sistema Solar nos cuenta la milonga de que los que mandan en los servicios secretos son los jueces, que el Gobierno sólo se dedica a observar, que todo fue culpa de una trama que también le robó sus secretos, que bucearon en su teléfono, que la corrupción del PP…

A Sánchez ya no le quedan argumentos para defenderse, para demostrar de qué lado se encuentra cada vez que los independentistas le aprietan un poquito. Siempre sucede lo mismo, Rufián da dos puñetazos en la mesa y él sale a servirles lo que soliciten como un perrito faldero. La ecuación es muy simple, igual que se indultó a los que proclamaron la «república», ahora cambiamos las leyes y mandamos a la porra la seguridad nacional. Todo por tratar de mantenerse en un Gobierno que se sustenta en el continuo chantaje de los que quieren trocear España.