Irene Montero
Mujeres contra Irene Montero
A propósito de la legislación y la salud menstrual, varias mujeres le han dicho, una vez más, a doña Irene Montero que las deje en paz
Viva la liberación femenina. Es posible que las españolas se liberen de Irene Montero, igual que, gracias a las mujeres de Madrid, empezando por Isabel Díaz Ayuso, se liberaron de Paulita Naródnika. En efecto, la reina del populismo vernáculo, fundadora y lideresa de Podemos, fue expulsada de la política el 4 de mayo de 2021. Hoy vivaquea en tertulias y saraos progresistas; sigue solemne y aleccionadora, pero es menos dañina para las trabajadoras que cuando compartía Moncloa con Warren Sánchez.
A propósito de la legislación y la salud menstrual, varias mujeres le han dicho, una vez más, a doña Irene Montero que las deje en paz. Solo mencionaré a cuatro.
En nuestro periódico, Carmen Lomana diagnosticó que cuando a la ministra se le ocurre una idea siempre ataca «la economía y la dignidad de las mujeres». Es verdad, no solo porque las obligará a pagar el mayor gasto público, sino porque puede «cerrar puertas y perjudicar sus carreras profesionales».
También en «La Razón», Marta Robles trazó una línea similar, y apuntó que la supuestamente benéfica iniciativa oficial puede «señalarnos y desigualarnos y no lo contrario»; y afirmó: «no necesitamos que Irene Montero nos “mime” más por ser mujeres».
En «El Mundo», Emilia Landaluce denunció el truco político: «La baja por menstruación que tanto furor ha despertado estos días no es otra cosa que el cadáver de Franco en el Valle de los Caídos». El tema está incluido en la legislación, pero le sirve al poder como monigote o espantajo para distraer a la gente.
Maite Rico, también en «El Mundo», tituló su artículo: «Ser mujer es un asco», y le dedicó a la señora ministra una memorable crítica intelectual. Con pericia desmontó el principal argumento del feminismo pretendidamente progresista, que en realidad «no es caminar en igualdad», porque, al pretender imponer la igualdad mediante la coerción política y legislativa, quebranta la libertad y la dignidad de las mujeres. Con ese feminismo, sentencia Rico, «nunca ser mujer fue tan difícil».
Tras toda clase de obstáculos erigidos por los poderosos, llega la menstruación, equiparada con una enfermedad inhabilitante. Y Maite Rico concluye, devastadora: «Cuánto mejor estaríamos si pudiéramos emular a las burguesas que pasaban sus días leyendo, bordando y cuidando los rosales. Tú llevas más camino recorrido: gracias a un hombre tienes jardín, niñeras y pensión vitalicia. Eres nuestro faro».
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