Sociedad

Revuelta por un nombre

¿A quién se le ocurre que un comité de expertos –es decir, un grupo de desconocidos– decidan un par de posibles nombres por su cuenta, sin contar con el parecer de la población?

Cien días llevan con una guerra encima los pobres ucranianos. Cien días y el 20% de su territorio ya conquistado por la Rusia de Vladimir Putin. Con el paso del tiempo, nos hemos acostumbrado al horror televisado de la contienda en nuestro propio continente –a sus muertes, a sus combates, a su éxodo de refugiados– y, del boom inicial de ayuda humanitaria a ese país, hemos ido evolucionando inevitablemente hacia la aceptación de una realidad que solo podemos combatir con ayuda individual y con la confianza interna en que, quienes nos dirigen, logren evitar una guerra mundial.

Cuando un sufrimiento colectivo a miles de kilómetros de nosotros se convierte en un mal crónico, empieza a contrariarnos y apagamos la tele, te lo digo por experiencia en curvas de audiencias. Nos sucede ahora lo mismo que con tantas otras guerras lejanas, o con esas pateras próximas que naufragan, cargadas de bebés.

El problema de los europeos, con este caso concreto de Ucrania, es que ya notamos en nuestras carnes los ecos económicos de la contienda: los precios de todo se disparan, lo mismo que los carburantes, al tiempo que empiezan a escasear materias primas. Los españoles ahorramos más que nunca y nos agarramos al último y positivo dato del paro, ahora que vuelve a despegar el turismo. Hay que celebrarlo, cómo no, pero nadie se cree estos fuegos artificiales que nos venden: el ciudadano conoce perfectamente la escasa calidad de los nuevos empleos generados, es consciente de que nuestro país sigue liderando el paro en la Eurozona y de que sus hijos, muy probablemente, tendrán que emigrar para prosperar, a no ser que se dediquen al sector servicios.

De un tiempo a esta parte, vivimos instalados en el drama por encima de nuestras posibilidades. Primero, por una pandemia, ahora por Ucrania. De ese abismo te salvas, por ejemplo, entreteniéndote con historias menores, que son las que acaparan últimamente la atención de la audiencia: Véase el caso del actor español que, junto a su mujer, protagonizan un caso de presunto envenenamiento; véase el juicio salpicado de frases y escenas sobrecogedoras que ha enfrentado a una estrella de Hollywood con su ex mujer; véase ahora mismo el pomposo jubileo de cuatro días en el Reino Unido, en honor a Isabel Segunda (con morbo familiar incluido). Pero si tengo que escoger un asunto entretenido, me quedo con la revuelta vecinal de Don Benito y Villanueva de la Serena, a cuenta del nombre que sus alcaldes pretendían ponerle a la ciudad extremeña que nacerá de la fusión de ambos municipios. ¿A quién se le ocurre que un comité de expertos –es decir, un grupo de desconocidos– decidan un par de posibles nombres por su cuenta, sin contar con el parecer de la población?

¡Poco nos conocen! El desenlace, próximamente en sus pantallas.