José María Marco
Feijóo y el apartheid
De hablar de las «nacionalidades históricas» a la declaración sobre el «apartheid lingüístico» en Cataluña se abre una distancia que Feijóo ha cubierto sin gran problema. Por un lado, moderación, que en nuestro país equivale a consideración hacia el punto de vista nacionalista, también cuando ha revelado su fondo separatista, siempre presente por lo demás. Dureza en la calificación, por otro, porque «apartheid» no es una palabra cualquiera y sugiere un análisis crudo y un tono nuevo para dejar clara una actitud política y cultural. Tal vez no haya contradicción si se piensa que la referencia a la «nacionalidad histórica» quería sugerir a los catalanes, y no sólo a los nacionalistas, que es posible dirigir de otra manera una región como la suya. Y que el término «apartheid», en realidad, aspira a analizar el problema en términos de equidad y de justicia, poniendo el acento en lo mucho que la política de inmersión tiene de discriminatorio para una parte de la sociedad catalana, en particular la más vulnerable. Se trataría por tanto de una doble estrategia destinada a definir una nueva posición del Partido Popular en Cataluña. Para redondearla, no estaría de más que se escuchara también, aunque fuera en segundo plano, algún acorde acerca del fondo de todo el asunto, que es la cuestión nacional, más allá de la lingüística e, incluso, de los problemas de discriminación que está provocando la política lingüística nacionalista. (Discriminación entre los estudiantes y entre el profesorado, dicho sea de paso). La política lingüística nacionalista es tan radicalmente innegociable porque es el principal instrumento para la construcción de la nación nacionalista, catalana o vasca. Lo cual, a su vez, trae implícitas toda una reflexión y una posición ante el hecho nacional español, sobre el que los nacionalistas dijeron desde el primer momento su última palabra. Durante muchos años, la izquierda se abstuvo de entrar en este debate. Rodríguez Zapatero dejó de lado cualquier precaución y ahí seguimos. Ahora se trata de evaluar hasta qué punto se puede reconstruir la situación previa o lo ocurrido desde entonces exige un planteamiento distinto, con nuevos equilibrios.
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