Economía

Axel Kaiser y los economistas callejeros

La cultura general no está vacía, sino ocupada por ideas equivocadas

El pensador chileno, Axel Kaiser, pide que «los ciudadanos sean buenos economistas callejeros» para que así no se dejen engañar por «demagogos que explotan en beneficio propio la envidia de ciertos grupos y las buenas intenciones de personas ingenuas y soñadoras que, por ignorancia económica, terminan apoyando ideas que perjudican precisamente a quienes supuestamente han de ayudar». Tal es el mensaje fundamental de su libro: «El economista callejero. 15 lecciones de economía para sobrevivir a políticos y demagogos», que publica Ediciones Deusto.

Este volumen, breve y bien escrito, ayuda a desmontar las falacias más populares del intervencionismo hegemónico, que propician la adopción de políticas muy dañinas, revestidas de bella retórica: ayuda, solidaridad, justicia, etc., cuando en realidad son falsedades hijas de la coerción.

Está bien explicado el fracaso sistemático del socialismo en lograr sus brillantes objetivos, así como los defectos y costes del proteccionismo, y la reivindicación del libre comercio, el mercado, y el papel clave de los empresarios.

El autor aclara con modestia que no pretende efectuar aportaciones originales sino «divulgar lecciones económicas que debieran formar parte de la cultura general».

El problema principal, como han detectado muchos autores, desde Keynes hasta Ortega y Gasset, es que la cultura general no está vacía, sino ocupada por ideas equivocadas. Lo mismo sucede con el pensamiento científico, más erudito que callejero. En su obra clásica, «La estructura de las revoluciones científicas», el físico y filósofo estadounidense, Thomas S. Kuhn, demostró que los científicos, en vez de someter a sus teorías a constantes pruebas para intentar refutarlas, tienden a aferrarse a sus «paradigmas».

En otras palabras, no tenemos que sobrevivir solo a los políticos y demagogos de los que habla con destreza Axel Kaiser, sino también a las grandes vacas sagradas de las ideas, que no aceptan que sean abiertamente debatidas, sino que pretenden imponerlas como verdades reveladas. Esto sucede en todos los campos del saber, y por supuesto en economía, donde muchos clérigos de la intelectualidad siguen hablando del Estado como si estuviera poblado de sabios sin ignorancia, ángeles sin pecado y eunucos sin pasión.

Incapaces de dar cuenta de la realidad, acaban por negarla, y terminan asegurando, sin ir más lejos, que llamar coacción a los impuestos, que llevan la coacción hasta en el nombre, es apenas una «boutade».