Opinión

Para que conste

Pedro Crespo de Lara

En 1992 sufrió el Ilustre Colegio de Abogados de Madrid (ICAM) su mayor crisis tras la guerra incivil. Ocurrió que Antonio Pedrol Ríus, el decano que al frente del colegio madrileño y del Consejo General de la Abogacía Española había alcanzado una poderosa dimensión pública en el paso de la dictadura a la democracia; el «abogado de los abogados» que defendiendo la libertad y la independencia como valores esenciales de la abogacía y el método de la ley a la ley había brillado en la labra de la Constitución, dimitió inopinadamente con toda su junta de gobierno. En tal estado de conmoción colegial el Consejo General de la Abogacía designó, como está previsto, una Junta provisional de gobierno , la cual se hizo cargo de la situación y puso en marcha un proceso electoral; pactó con los candidatos innovaciones prácticas y tras una jornada de inusitada concurrencia, nunca superada, entregó el mando a la candidatura ganadora. Pedrol volvía a gobernar.

Todo ello sucedió en el plazo de 40 días. Debe decirse que la junta provisional evitó enredarse en el proceso iniciado por la impugnación de su nombramiento, lo que años anteriores y en semejantes circunstancias dio lugar a que la junta provisional, presidida por Basilio Edo, permaneciera cerca de un año en sus funciones.

La referida gestión fue premiada a instancias colegiales con la concesión de la Cruz de honor de San Raimundo de Peñaford a su decano.

Cuatro años más tarde murió Antonio Pedrol Ríus. Los diputados de su Junta de gobierno decidieron dimitir para que de las urnas saliera el sucesor del legendario personaje. El Consejo General de la Abogacía volvió a llamar a la Junta provisional que tan bien había resuelto la crisis anterior. Asumió ésta de nuevo su tarea, y desoyendo el consejo de algunos de sus miembros que decían: ¿para qué tanta prisa? remató su cometido dando posesión a la junta ganadora encabezada por Luis Martí Mingarro. Esta vez la Junta Provisional resolvió la crisis en un total de 36 días, cuatro días menos que la anterior.

Tan peregrina peripecia fue declarada inexistente, años más tarde, por una sentencia del Tribunal Supremo merecedora de una tesis doctoral que explique cómo se pudieron borrar de la realidad las dichas juntas y al tiempo validar sus actos. «Cosas tenedes Cid, que harán fablar las piedras». Viene esto a cuento porque recientemente se ha celebrado, con la debida publicidad y ceremonia presidida por El Rey, el 425 aniversario de la fundación del Ilustre Colegio de Abogados de Madrid.

Pues bien, en las mesas redondas que explicaron la historia del ICAM y los acontecimientos más cercanos se han preterido las meritadas juntas, al igual que en las publicaciones patrocinadas por este. Ítem más: El decano de aquellas, que firma lo que antecede, no ha sido invitado a ninguno de los actos de tan venerable efeméride.