Vicente Vallés

Las expectativas de Trump

Ante su rotunda derrota en las elecciones de noviembre de 2020, Donald Trump ha jugado con la posibilidad de presentarse a las elecciones de 2024

Desde el día en el que abandonó la Casa Blanca, ante su rotunda derrota en las elecciones de noviembre de 2020, Donald Trump ha jugado con la posibilidad de presentarse a las elecciones de 2024 para recuperar el poder perdido. De momento, el expresidente no ha llegado a formalizar su candidatura a las primarias del Partido Republicano, que sería el paso previo. Tampoco ha hecho una afirmación categórica en esa dirección. Lo que sí ofrece aquí y allá es una continua insinuación, pretendiendo generar interés y algo que su inabarcable ego no puede evitar: ser el centro de atención.

Lo más parecido a un anuncio ocurrió el pasado fin de semana, cuando protagonizó un mitin en Arizona y dijo que pronto recuperarían la Casa Blanca. Pero, dado que el mitin era en apoyo a una candidata republicana al Congreso y dado que habló en plural y no en primera persona del singular, no se puede dar por confirmado que Trump tenga decidido competir en las próximas elecciones presidenciales. Nada se lo impide, de momento. Pero ese «de momento» es importante.

Trump acaba de ser descalificado moralmente incluso para presidir la junta de vecinos de su barrio. El comité del Congreso que ha investigado el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021 ha demostrado que el expresidente alentó a la turba que quiso dar un golpe a la democracia e impedir que el ganador de las elecciones fuera confirmado por las cámaras legislativas. Y se ha demostrado, además, que el expresidente disfrutó del espectáculo durante horas, sin hacer nada para evitar lo que ocurría. El asunto podría tener repercusiones judiciales.

Aun así, Trump goza del apoyo de un alto porcentaje de votantes republicanos, y eso puede animarle a buscar de nuevo la presidencia. Pero cabe la posibilidad de que todavía quede vida inteligente a su alrededor, y alguien le recuerde que siempre es mejor que te humillen una sola vez en las urnas –nada hay peor en política que ser expulsado del poder cuando solo llevas un mandato en el cargo, porque es la mayor demostración de incapacidad–, a que te humillen dos.