Política

Esa «feliz» y almibarada España

El «Sumar» de Díaz adolece por el momento de lo que se demanda en tiempos difíciles sin sucumbir a los populismos, como es un programa sólido y una base ideológica definida

Desde que hace unas semanas presentase en el matadero madrileño su plataforma «Sumar», la vicepresidenta y ministra de trabajo no ha parado de destacar allá donde quieren oírla –que no son pocos sitios– las excelencias oníricas de un proyecto que, tal vez esté más concebido para encajar en sociedades objeto de dulces lobotomías que, como ocurre en realidad con la nuestra, víctimas de la herida permanentemente abierta por la incertidumbre sobre todo económica centrada en los dígitos del «IPC». Y es que, cuando se demanda una mayor dosis de «alma» en el gobierno al que se pertenece y medidas o propuestas «felices» precisamente en un ejecutivo de coalición que nació con vocación de que todos los días fueran festivos, la cruda situación impide cualquier aproximación a la venta de felicidad, máxime cuando las soluciones pasan por la vía de los paliativos.

Yolanda Díaz pretende cuajar a medio plazo una opción política nacida de la suma de un transversal descontento social similar al del «15-M» que desembocó exitosamente en la irrupción de Podemos, pero ocurre que se dan algunas más que sensibles diferencias. Una de ellas es que aquel movimiento nacía hace una década de la espontaneidad de ciudadanos desesperados identificada con nombres y apellidos llegados de la nada y con el señalamiento a la «casta» como máxima de un pretendido asalto a los cielos, mientras que la opción de la vicepresidenta llega desde los resortes del actual poder, del manejo de nada despreciables presupuestos, del control del BOE y de apoyos sindicales y mediáticos que no salen precisamente de una tienda de campaña en la madrileña Puerta del Sol. Otra clara diferencia vuelve a corresponderse con la obstinación por negar la realidad construyendo un argumentario según el cual, igual que en 2015 la ciudadanía experimenta una manifiesta tendencia hacia la desafección con los políticos en general, craso error teniendo en cuenta que la desafección se da muy concretamente contra algunos políticos, tal como se ha venido demostrando en sucesivas convocatorias electorales con especial referencia en lo ocurrido en Andalucía. El «Sumar» de Díaz adolece por el momento de lo que se demanda en tiempos difíciles sin sucumbir a los populismos, como es un programa sólido y una base ideológica definida, aunque sí disponga de mucho marketing y de incontables minutos en los medios de comunicación. Ahora solo queda saber si la España del comienzo de curso tras el verano tendrá el cuerpo para almíbares.