Mario Draghi
El banquero con corazón
Draghi aceptó la difícil tarea que le encomendó Mattarella por responsabilidad
Un viejo proverbio atribuido a Federico el Grande, entre otros, divide a los oficiales del ejército en cuatro categorías. El primer grupo está formado por los estúpidos y los vagos; resultan inofensivos. El segundo están los inteligentes y trabajadores; son muy útiles. Luego están los estúpidos y trabajadores; un peligro. Por último, están los inteligentes y vagos. Son perfectos para los altos cargos. Según los periodistas Jana Randow y Alessandro Speciale cuando al economista italiano Tommaso Padoa-Schioppa, padre intelectual del euro, se le pedía una opinión sobre su compatriota Mario Draghi la respuesta era siempre la misma: «Sin duda, pertenece a la última categoría».
Randow y Speciale, sin embargo, dedican 300 páginas de su libro «Mario Draghi: el artífice» (Deusto) para demostrar lo contrario. Los dos periodistas de Bloomberg hacen una disección muy fina del hombre que con tres palabras «Whatever it takes» salvó el euro. Recopilan testimonios y detalles muy jugosos que permiten conocer al banquero central que se enfrentó a los dogmas alemanes y a la presión de los mercados para garantizar el futuro de la eurozona.
De Draghi me interesa esa odisea, pero también la última como primer ministro. Me pregunto si sabía dónde se metía. Y la respuesta es sí. En los años 80 –nos cuentan los periodistas de Bloomberg– el primer ministro italiano, Giulio Andreotti, le nombra director general del Tesoro. Draghi –el primer italiano en doctorarse en Economía en el MIT– empieza a ganarse la fama que le valdrá el apodo de «Super Mario». Durante los diez años que estuvo en el cargo, ve pasar a diez gobiernos. El economista se convierte en una rara constante en el flujo cambiante de la política italiana.
Cuando era presidente del BCE contaba un chiste que retrataba a los banqueros como la mejor opción para un trasplante de corazón porque ellos no lo utilizan. Por eso en su despedida como «premier» niega los tópicos y reivindica que «hasta los banqueros tienen corazón». Draghi aceptó la difícil tarea que le encomendó Mattarella por responsabilidad. La misma con la que sacó adelante a sus dos hermanos tras quedarse huérfano con 15 años. La misma que puede llevarle algún día al Palacio del Quirinal.
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