Colombia

Viva el Rey

Hemos de concluir que el Rey cumple con su función, aunque lo haga en solitario, mientras el Gobierno opta por el silencio ante cada agresión que se le propina desde la otra orilla del Atlántico

La Corona española siempre acude a las tomas de posesión de los presidentes de las naciones de Iberoamérica. Nuestro Rey, desde su etapa como Príncipe de Asturias, lo ha hecho más de 70 veces y sabe de qué va el tema. Hizo muy bien, en la toma de posesión de Gustavo Petro, defendiendo la dignidad de la institución que tan ejemplarmente representa, permaneciendo cortésmente sentado al paso de la supuesta espada de Bolívar, que no estaba dentro del protocolo de la ceremonia, que no es una enseña nacional ni de estado y que, en realidad, contenía un evidente simbolismo antiespañol, además de un camuflado apoyo a la sanguinaria organización terrorista Movimiento 19 de Abril, que se dio a conocer en el año 1974, precisamente con el robo de la susodicha arma.

Podemos, que es la fuerza política que gobierna España en compañía del partido de Sánchez, salió en tromba a criticar el gesto del monarca, como si el Jefe del Estado no tuviera la misma libertad de expresión que los radicales pregonan para quienes le ofenden y queman banderas de España o imágenes suyas y de su familia. El partido radical, que lo es ahora de Gobierno, pero jamás lo será de Estado, ha sacado de nuevo a pasear, con todo el odio polarizador que le caracteriza, el exilio, la guillotina y la retahíla de afrentas que le suelen dedicar a la Familia Real. Es parte, no sólo de su estrategia, sino de su ideología, que transpira rechazo por todo lo español, especialmente por lo que se refiera a nuestra nación de ciudadanos libres e iguales en un marco constitucional, social, democrático y de derecho, resultado de una Transición que cerró las heridas de nuestra historia con un paradigma de reconciliación y concordia que asombró al mundo entero, pero que ellos repudian de manera atroz.

Y siendo grave la actitud podemita, sorprende la complacencia plena de Pedro Sánchez, que los mantiene en su Gobierno contra viento y marea, en cinco asientos del Consejo de Ministros que les permiten elaborar leyes delirantes y despilfarrar el presupuesto público de maneras absurdas. Lo más que ha dicho la parte socialista del Gobierno es que le parece un debate intrascendente, seguramente porque se parece mucho a las cuestiones de memoria histórica con las que tanto les gusta deleitarnos a los españoles, cada vez que les da por ponerse ideológicamente trascendentes, que es en víspera de elecciones o cuando las encuestas son esquivas.

Así las cosas, hemos de concluir que el Rey cumple con su función, aunque lo haga en solitario, mientras el Gobierno opta por el silencio ante cada agresión que se le propina desde la otra orilla del Atlántico, por parte de gobiernos que le son ideológicamente afines. Eso cuando no suscribe directamente los ataques, que es lo que hace esa izquierda que defiende sin matiz ni criterio el trastornado relato de la aborrecible e historiográficamente falsa leyenda negra, sobre un supuesto holocausto español en tierras americanas. Está claro que la historia tiene luces y sombras, pero no podemos apagar las unas por decreto, como si fueran las de un escaparate, ni extender las otras por designio, como quieren los que desean con tanto ahínco demoler el edificio constitucional, sólo porque se aburren de esta España de libertad, con concordia y en paz. Suerte que los españoles podemos contar con una institución como la Corona, y una figura como Don Felipe, que jamás le han fallado ni a la nación ni a nuestra democracia. Resulta difícil distinguir si el calor agrava la estupidez o la estupidez agrava los efectos del calor.