José Antonio Griñán
Insultos e indultos
Ahora se pretende «honorabilizar» el robo de fondos públicos que permitieran la compra de votos perpetuando un sistema clientelar
Lo de atacar con descalificaciones e insultos a Feijóo es una consigna muy burda, que va a producir el efecto contrario del que se pretende, reforzando con ello la imagen del líder de la oposición. Porque le conceden mayor protagonismo e importancia, y porque reforzarán su mensaje de moderación y su oferta de alternativa llena de seriedad si no responde a estas infantiles provocaciones. Sorprende, no obstante, como paradigma moral de un sanchismo que se encuentra en fase terminal, cercado por las encuestas y la crisis, pero sobre todo por sus cesiones a los enemigos de la Nación. Y contrastan los insultos, lanzados por docenas de ministros y cargos socialistas, mañana, tarde y noche, cuando en el ámbito judicial la cuestión más candente de la que están pendientes los españoles es del imparable indulto a José Antonio Griñán por su condena en el Tribunal Supremo, por delitos de malversación y prevaricación, que son los nombres que en el Código Penal se les dan a los casos de corrupción.
Para calentar el ambiente, estamos asistiendo a un goteo de adhesiones de líderes socialistas y el partido que sostiene al Gobierno, que parece que cada vez cree menos en la división de poderes, ha tachado ya de injusta la sentencia del Supremo. Son las nuevas costumbres de este socialismo, más partidario de la corrupción sistémica y por sistema que del sistema, envuelto en sus propias redes, porque en su seno ya hay voces que aseguran que no indultar a Griñán, solo o en compañía de otros condenados por el caso de los EREs falsos, sería un agravio comparativo con los condenados por el golpe de estado de 2017 en Cataluña, que lo fueron también por similares delitos, además del de sedición. Su indulto, el año pasado, no lo olvidemos, supuso un vuelco a la normalidad propia de un Estado de Derecho, y estableció un precedente en el que la justicia se resignifica por lo que el PSOE decida que es justo. Después de indultar a quienes abusaron de su poder para imponer un nuevo sistema de Gobierno, malversando y prevaricando, ahora se pretende «honorabilizar» el robo de fondos públicos que permitieran la compra de votos perpetuando un sistema clientelar. Defienden el indulto porque Griñán y Chaves enriquecieron a todo el PSOE. Y porque el indulto a los golpistas, que es el sistema métrico de la justicia sanchista, convierte en ilimitada una medida que necesita ser tasada y justificada en términos legales y, claro está, constitucionales.
El problema es muy serio, porque si se indultó sin justificación ninguna a quien atacó la nación y puso en riesgo nuestra democracia, todo delito cometido desde entonces resulta insignificante y por tanto merecedor del derecho de gracia. La espiral es muy peligrosa, porque el Estado tiene que preservar, por encima de partidismos y coyunturas, su papel de garante de la Justicia y su poder para mantener la paz social. Está claro que Pedro Sánchez no lo está haciendo, porque él prefiere la estabilidad de su Gobierno a la del Estado. Es la razón que explica que, en medio de los malos datos del PIB, el déficit, la deuda y el empleo, con los españoles acosados por la inflación, el Gobierno, en este regreso vacacional, haya establecido tan claramente el paradigma de sus prioridades: insultos para el líder de la oposición e indultos para quienes ponen en riesgo la democracia. El panorama electoral y las opciones de los ciudadanos están ya totalmente claras. Solo falta ponerle fecha. Nuestra democracia y nuestros compatriotas se merecen algo mejor en unos de los peores momentos de los últimos tiempos.
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