Política

50 figurantes en La Moncloa

«Los mensajes serán repetidos hasta la saciedad, porque espera que sirvan para revertir los datos de las encuestas»

Tenía un gran interés por el encuentro que había convocado Sánchez en La Moncloa con cincuenta españoles. He de reconocer que había puesto demasiadas expectativas. No puedo por menos que reconocer mi desencanto, porque fue un acto partidista en la sede de la presidencia del Gobierno. Fue algo sorprendente e insólito, pero confirma su habilidad política. Le resultan indiferentes las críticas. No me resisto a utilizar el tópico de que «el fin justifica los medios». El formato era perfecto, porque no tenía otro objeto que permitirle colocar los mensajes que llevaba preparados. Las intervenciones de los cinco elegidos eran las adecuadas para que metiera el balón en portería. En primer lugar, no me parece oportuno que La Moncloa se convierta en el decorado de un acto del PSOE y estoy convencido de que ningún presidente del Gobierno europeo se atreviera a hacer algo igual. Es verdad que su inquilino siempre tiene ventaja sobre sus oponentes, porque cuenta a su servicio la maquinaria propagandística más eficaz e importante de nuestro país. Esto no es una crítica, porque es algo que conlleva el cargo. Ha beneficiado a todos sus antecesores.

Una gestión ofrece réditos electorales salvo en tiempos de crisis y los ministros consiguen una presencia mediática que no tienen sus oponentes. La oposición tiene pocos portavoces con capacidad de colocar mensajes. No sucede lo mismo con los miembros del gabinete, incluso cuando las encuestas les son desfavorables. Por eso responden de que «hay partido». En el caso de Sánchez, tiene la ventaja de contar con el apoyo de la izquierda mediática, que es muy poderosa, y que bajo ninguna circunstancia quiere que el centro derecha regrese al Gobierno. A esto se une la ventaja de que los dirigentes del PP son muy ingenuos y siempre les levantan la cartera. Es lo que sucedió con Aznar y Rajoy. Los medios y periodistas de izquierdas los machacaron antes de llegar a La Moncloa y luego surgió el complejo típico de los populares que se rindieron a ellos con armas y bagajes. Sánchez nos ofreció ayer una brillante muestra de su estrategia hasta las generales. Los mensajes serán repetidos hasta la saciedad, porque espera que sirvan para revertir los datos de las encuestas. No lo tiene fácil, pero peleará hasta el final y es un enemigo peligroso.