Religion

Beato Juan Pablo I

Él encarnó la pobreza que vence la tentación de poner el propio “yo” en el centro y buscar la propia gloria

El pasado domingo, en Roma, tuvo lugar la beatificación del Papa Juan Pablo I, cuyo pontificado fue tan breve. Toda su vida fue una sorpresa: una sorpresa de Dios, como todo acontecer donde Dios interviene, pero que deja marcado la historia. El beato fue un signo de la elección de Dios, que, tras dos Papas santos, San Juan XXIII y san Pablo VI, le correspondió continuar lo que había aportado el Vaticano II para la renovación de la Iglesia

La simplicidad y la humildad fueron dos virtudes, a decir de uno de sus más conspicuos biógrafos -Rino Fisichela-, que le acompañaron, como hombre, como sacerdote, como Obispo, como Patriarca de Venecia y como Papa, como Buen Pastor, conforme al corazón de Dios, y así manifestó con mansedumbre, con fidelidad, con cercanía y ternura –este es el estilo de Dios–, podamos hacer que muchos disfruten de la presencia de Jesús en medio de nosotros. Siguió a Jesús, como únicamente se le puede seguir, con la cruz, siempre en segundo plano, amando; amando, aunque le cueste la cruz del sacrificio. Si quieres besar a Jesús crucificado, dijo Juan Pablo I, “no puedes menos de inclinarte hacia la cruz y dejar que te puncen algunas espinas de la corona, que tiene la cabeza del Señor”. El amor hasta el extremo, con todas sus espinas; no las cosas hechas a medias, las componendas o la vida tranquila.

El Papa Juan Pablo I vivió y murió así, amando hasta el extremo. Él encarnó la pobreza que vence la tentación de poner el propio “yo” en el centro y buscar la propia gloria. Murió en la soledad, fue un pastor apacible y humilde, sobre cuya muerte no caben conjeturas. Por eso decía: “El Señor nos ha recomendado tanto que seamos humildes. Sin buscar el poder ni la gloria mundana, Sólo Dios y lo que Él quiere, que es el amar y servir hasta el extremo. ¡Cómo cambian las cosas en esa perspectiva y actitud!

Es la alegría y la sonrisa que reflejaba el nuevo beato, y la verdadera renovación de la Iglesia y del mundo que no es otra que la renovación del Evangelio, de Jesucristo, la que él trajo al mundo, la de la paz, la de la justicia, la misericordia, el perdón y la esperanza. Este es el nuevo estilo de vivir basado en la sencillez y la humildad que se sustenta en la verdad.