Isabel II

El valor de Isabel II

«Para los británicos, una institución tan aparentemente extemporánea como la monarquía, tiene una extraordinaria solidez»

Asistir en Londres a los actos en memoria de la reina Isabel y a la proclamación del nuevo rey Carlos supone sumergirse en una realidad contradictoria y ambivalente: la tradición y la modernidad, la costumbre y la evolución.

No es este el mejor momento en la historia del Reino Unido. Los británicos viven instalados en el sobresalto. En 2016 decidieron autolesionarse seriamente optando por abandonar la Unión Europea, en un absurdo referéndum que se llevó por delante a quien adoptó la decisión –igual de absurda– de convocarlo: el entonces primer ministro David Cameron. Las consecuencias de aquella agresión en primera persona se han extendido en forma de incomodidades –como los controles aduaneros–, que han llegado a derivar en momentos de escasez en los suministros y falta de trabajadores especializados en determinadas áreas de producción, ante los problemas de los ciudadanos europeos para conseguir visados de trabajo.

A tal desatino se ha unido la pandemia, con sus consecuencias económicas, la sucesión acelerada de primeros ministros –después del citado Cameron, Theresa May, Boris Johnson, y ahora Liz Truss–, y esta semana la muerte de la reina. Y, sin embargo, esa decadencia británica –parcial– se ha demostrado superada, al menos temporalmente, por la potente imagen de marca que tiene el país en el mundo. En buena medida, esa imagen esta ligada a la monarquía británica encarnada en Isabel II.

No hay régimen político perfecto. Decía Churchill que el peor es la democracia, exceptuando todos los demás. El sistema monárquico, igual que otros, también tiene sus contraindicaciones. Pero, en el caso concreto del Reino Unido, se ha podido comprobar que esa unidad de la que hace gala el apellido del país tiene mucho que ver con el nombre: Reino. Los británicos cuestionan muchas cosas en estos tiempos, pero se ha podido comprobar que una de las que menos cuestionan, y que además articula al país, es su monarquía.

Lo que funciona en el Reino Unido no funciona de igual forma en otros países, pero es un ejemplo interesante a analizar: para los británicos, una institución tan aparentemente extemporánea como la monarquía, tiene una extraordinaria solidez.