Irán

Por una coleta

Sería bonito imaginar que la revolución de la igualdad se apuntalara así, por una sencilla gesta, por una simple coleta

Cuando estás en el gimnasio, en ese momento en el que necesitas aclarar ideas o pensar con más nitidez, solo porque te molesta el pelo o porque el calor aprieta de repente, por coquetería, porque resulta más elegante o porque sí. Cuesta imprimir épica a un gesto tan natural, cotidiano y anodino para millones de mujeres en el mundo como recogerse la melena, pero, a veces, la tiene. Y Elnaz Rekabi lo sabe bien. La escaladora iraní rompía el tabú de participar en una competición internacional sin velo y se convertía en la primera deportista de su país en hacerlo desde 1983. Su coleta, poderosa y desafiante, retando los absurdos límites de los ayatolás, como ascendiendo al cielo, dio la vuelta al mundo en plena oleada de protestas en Irán; ella, ya detenida y encarcelada, bajo las órdenes de la Guardia Revolucionaria Islámica, justificando «a posteriori» y en un escueto mensaje la ausencia del hiyab como un mero error y ellos, el régimen teocrático, consolidándose como impecable generador de heroicidades.

Desde la lucha de décadas de Shirin Ebadi, con su compromiso como jurista, primera presidenta de la Corte de Teherán en los 70, primera iraní y musulmana en recibir el Premio Nobel de la Paz en 2003, forzada después a exiliarse en Londres en 2009 por el acoso gubernamental, desde ese sólido y reconocible icono hasta los mártires anónimos de las últimas semanas. Niños y niñas asesinados (en torno a una treintena según Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos), menores convertidos en «enemigos de la República Islámica», muchos torturados y obligados a acudir a «centros de reeducación» desde los que expandir el terror y afianzar el miedo. Quizá, Rekabi, no quería convertirse en símbolo, quizá habría preferido que solo la conociéramos por sus logros y que una multitud de compatriotas no fuera a aclamarla al aeropuerto de Teherán ya arrestada, pero su valentía la ha elevado a alegoría. Sería bonito imaginar que la revolución de la igualdad se apuntalara así, por una sencilla gesta, por una simple coleta. Imaginemos pues.