Reino Unido

Bye, bye, Truss

Liza Truss quiso convertir su país en el Singapur del Támesis y, con su titubeante paquete de políticas fiscales, ha conseguido justo lo contrario

Un sinfín de «memes» sobre la ya caída Liz Truss inundan las redes sociales. Al final, se cumplió el pronóstico del tabloide Daisy Star: ha durado más la lechuga exhibida que la fugaz primera ministra británica de un país, el Reino Unido, marchito en lo económico, con una inflación nunca vista y la amenaza de una secesión en Escocia. Todo esto, apenas seis años después del referéndum sobre el Brexit y cuando solo han pasado 100 días de la dimisión de Boris Johnson.

Liza Truss quiso convertir su país en el Singapur del Támesis y, con su titubeante paquete de políticas fiscales, ha conseguido justo lo contrario. Se le han puesto enfrente los mercados, los organismos financieros y, sobre todo, su propio partido. ¿Quién la sustituirá? ¿Conseguirán los conservadores pactar un candidato de consenso, o asistiremos a unas elecciones generales? El hecho de que Boris Johnson haya hecho saber a varios medios que planea presentarse como candidato solo añade más surrealismo a la situación. En todo caso, el próximo premier –si los tories logran encontrar a alguien que pueda unirles– se enfrentará a la gran pregunta de su legitimidad, porque no sale de las urnas.

Caos político al Norte del continente y más de lo mismo al Sur, en Italia, en plena formación de Gobierno estos días (aunque en el caso de los italianos, su forma de concebir y de vivir la política, en permanente crisis, va en el ADN).

No está Europa para más inestabilidades con una guerra en expansión, que va involucrando cada vez a más naciones. Suecia y Finlandia se agarran a la protección de la OTAN; Noruega, en alerta, detiene a espías rusos. Los iraníes y los bielorrusos apoyan sobre el terreno a Putin; Estados Unidos, la Alianza Atlántica, la Unión Europea –y muy posiblemente Israel– toman partido por Ucrania en esta contienda de rumbo imprevisible, con el consiguiente desafío geopolítico que suponen todos estos movimientos. Con la amenaza, incluso, de un ataque nuclear, que nos dejaría al borde del abismo.

Los ucranianos, sin duda, se llevan la peor parte en este escenario. Ya sin la mayoría de sus centrales energéticas en pie, afrontan un invierno de pesadilla. Así es como quiere Vladimir Putin ganar la guerra: matando a Ucrania de frío. Está por ver cómo evitan sucumbir los invadidos.

Los europeos observamos cada día de bombardeos y me da que, a estas alturas, y por mucho que nos apene aquel horror, tiene sentido la última encuesta de Sigma 2 para Antena 3 Noticias: la mayoría reconoce que una paz pactada –con cesiones en uno y otro lado– debería ser prioritaria. La mayoría empieza a pensar que, más allá de la injusticia que supone la invasión rusa, el bolsillo se resiente. Las cuentas no nos salen.