China

Esos admirados autócratas

«Lo que sí corresponde hacer a Occidente es defenderse de la tendencia expansionista de esos dictadorzuelos modernos»

Se cumplen ocho meses de la desquiciada decisión adoptada por Vladimir Putin de invadir Ucrania. La psicopatía que se ha adueñado del Kremlin (y no es de ahora) ha hecho que Rusia se haya metido en un barrizal del que no sabe cómo salir, ha provocado que Ucrania esté próxima a la destrucción y que Occidente sufra las consecuencias económicas mientras intenta poner pie en pared frente a las aspiraciones del líder ruso.

Al mismo tiempo, los ayatolas iraníes se niegan a respetar los derechos de las mujeres, y llevan semanas tratando de frenar las protestas que amenazan la continuidad del régimen teocrático de Teherán.

En China, el comunismo de la vieja escuela se consolida con la extensión por cinco años más del mandato de Xi Jimping. Y el líder recién renovado ha querido que el mundo sepa cómo se comporta. Todos hemos visto la escena en la que un par de esbirros sacan por la fuerza al anciano expresidente Hu Jintao del congreso del partido. Ahora, las purgas se hacen en directo por televisión para que la humillación quede patente en la retina de sus semejantes, y así dar ejemplo para que otros no tengan la tentación de pensar por su cuenta.

No corresponde a las democracias occidentales decidir quién gobierna en cada país, al contrario de lo que algunos dirigentes estadounidenses llegaron a considerar en otros tiempos, cuando invadieron Irak o Afganistán para poner en marcha la alocada política de «regime change», de cambio de régimen mediante el uso de la fuerza militar. Lo que sí corresponde hacer a Occidente es defenderse de la tendencia expansionista de esos dictadorzuelos modernos y de quienes en nuestros países los admiran, que los hay y más de los que pudiera parecer. En los extremos de nuestro espectro político tenemos, por un lado, devotos de autócratas comunistas, y, por el otro, fervorosos de la ultraderecha. Se enamoran de la contundencia, el zapatazo encima de la mesa, la retórica agresiva y populista y las actitudes antidemocráticas. El objetivo es limitar las libertades hasta eliminarlas, y sostener, así, con firmeza el cetro del poder.